El país sufre una restauración oligárquica que busca acentuar su condición semicolonial y, como ya ocurrió en otras experiencias del mismo signo, nos están saqueando los núcleos de poder económico concentrado, que destruyen el trabajo y la producción nacional, en beneficio de la especulación y la fuga de capitales. La dignidad nacional es pisoteada, la desocupación cunde con el cierre de fábricas y los “brotes verdes” sólo son visibles en la timba financiera y el endeudamiento externo, bicicletas promovidas no para generar obras de infraestructura, sino para nutrir un acelerado vaciamiento de la economía argentina.
Estas calamidades no son el fruto de una destreza suprema –para hacer el mal– por parte del grupo de salteadores sin escrúpulos que medran en el gabinete y los círculos de Macri. Son, ante todo, la prueba elocuente de la visión mezquina y las contradicciones propias de los grupos dirigentes de un movimiento nacional fragmentado y decadente, carente de un programa de liberación nacional, y de una estrategia para llevarlo adelante. Sus disputas internas, en ese marco, no tienen los límites de una plataforma compartida, en base a la cual construir mayorías. No obstante, de allí nació, luego de la crisis del 2001, una tentativa de morigerar el saqueo del país y remontar la degradación que nos habían provocado los 25 años que siguieron al golpe de 1976. En esos cinco lustros, que llevaron al caos al iniciarse este siglo, gobernaron la Argentina –importa recordarlo– las mismas fuerzas y las mismas “ideas” que representa Cambiemos. El ciclo nacional cerrado a fines del 2015, lo mejor que tuvimos después de la muerte del General Perón, no supo al final llevarnos a puerto.
Fue heredero, y no superó, una crisis profunda del movimiento nacional. Macri es el fruto de ella, no su causante. Nuestra materia pendiente es la (re)construcción de un bloque nacional, popular, democrático y revolucionario, capaz de unificar al pueblo argentino, derrotar al bloque imperialista y liberar a la patria. No vale “ganar una década” y ceder el poder a las fuerzas apátridas, luego. Esta vez debemos alcanzar los propósitos de la Revolución de Mayo y el 17 de Octubre: independencia económica, soberanía política, justicia social, unidad latinoamericana.
La distancia que media, a 20 meses del triunfo de Macri, entre lo necesario para vencer al bloque oligárquico y los instrumentos políticos legados por el pasado debe cerrarse: ¿se reitera la situación que resolvió la historia pariendo al peronismo? El movimiento nacional está fragmentado y diversas fracciones apuestan a integrarse al orden establecido, en lugar de involucrarse en ese “anacronismo” de la liberación nacional. Sí, hay excepciones: tenemos patriotas. La fragmentación muestra, no obstante, muchos gobernadores listos a sostener “la gobernabilidad”, en un trueque con el poder macrista. En el polo contrario, con el liderazgo de Cristina Fernández de Kirchner, se denuncia sin titubeos las depredaciones actuales, pero hay una nula disposición autocrítica, que imposibilita la rectificación de los errores cometidos y, sobre todo, la recomposición de lazos que fueron dañados en el último tramo del anterior gobierno. Y, lo que es aún más grave, se persiste en sostener métodos verticales que, si eran cuestionables con Perón vivo, fueron eficaces en aquél momento, mientras que hoy no permiten construir la unidad de las fuerzas nacionales, y se convierten en el modo de promover una secta para sólo adictos. Al mismo tiempo, para completar el cuadro, unos y otros han decidido marginar de la política y las listas de candidatos a las fuerzas sindicales, que se pretende subordinar a “la rama política”. Esto debilita, como nunca se vio, al bloque nacional ¿Se ha decidido prescindir de “la columna vertebral”? Es muy notoria, si vemos la cuestión desde otro ángulo, la orfandad política de la clase obrera, que órbita alrededor de sus demandas gremiales, sin un lugar en la acción política, esfera desde la cual se le adjudica un rol enteramente pasivo. Por su parte, los dirigentes de los sindicatos no logran definir una perspectiva estratégica, que integre todas las acciones parciales. Y la clase trabajadora queda sin expresión política, aunque el discurso diga que está “empoderada” y es protagonista en la lucha nacional.
Estas observaciones, que apuntan a crear una plataforma necesaria para tener futuro, no implican por parte de Iniciativa Política ignorar, ante las PASO, cuáles son las listas de candidatos y las herramientas actuales que el pueblo argentino y la militancia popular tiene disponibles, hoy, en la lucha por derrotar electoralmente a Macri. Hablamos, en términos generales, de los candidatos que representan a las fuerzas nacionales, en todas las provincias. En el caso particular de provincia de Buenos Aires, de las listas encabezadas por Cristina Kirchner, aunque lamentemos la carencia, en todos los referentes del campo nacional, de predisposición o aptitud para construir mayorías y generar la unidad que era necesaria para derrotar a Cambiemos, frenar al macrismo y sentar bases, en ese territorio decisivo del país, para la disputa mayor del 2019.
En la provincia de Córdoba, Iniciativa Política llama a votar al Frente Córdoba Ciudadana y las listas encabezadas por Pablo Carro, dirigente sindical que merece nuestro respeto. No obstante, advertimos que en la construcción del espacio que las respalda ha pesado en exceso la incapacidad para generar una organización política capaz de unificar, en base un programa y normas internas de participación democrática, a una militancia popular dispersa y, por eso mismo, sometida al arbitrio de partidos con personería electoral. No se quiso –como lo propusimos oportunamente– construir un partido provincial amplio, que asuma la lucha por rehacer en Córdoba las fuerzas nacionales. Por el contrario, se perpetúa la existencia de pequeños grupos (60 “agrupaciones”, algunas unipersonales), que deliberan sin rumbo, alternando planteos de “horizontalidad” (en el discurso) y verticalismo (en los hechos). Incapaces de superar la desconfianza recíproca en base a un programa y a reglas claras, que sancionen normas democráticas internas aptas para fijar la orientación partidaria y seleccionar a los cuadros de todos los niveles de conducción necesarios, son impotentes. Sus jefes, sin claridad, asediados por lo demás por diversos aparatos, en perpetua deliberación, poco hicieron por sumar al interior provincial y de hecho armaron un fenómeno capitalino, mientras oscilan entre un “basismo, para la tribuna” y un oído atento a lo que “quiera ordenar” ese mando supremo que no reside en Córdoba, cuyas incoherencias y errores hicieron raquítico al kirchnerismo provincial.
Estas circunstancias, por todos conocidas, han impulsado a franjas de la militancia cordobesa a ver en las listas de Unión por Córdoba una herramienta para enfrentar al macrismo. Se trata, pensamos, de un error cometido honestamente. Observamos, contra su creencia, que el gobierno de Córdoba se caracterizó por su aquiescencia constante hacia Macri, el gobernador se destaca como su más firme aliado entre los gobernadores peronistas y los diputados nacionales de UPC votaron las propuestas promovidas por el macrismo, sin excluir el criminal pago a los buitres, entre otras cosas.
Nuestra provincia, donde diversos extravíos crearon las condiciones para el arrollador triunfo de Cambiemos en el 2015, la candidatura de Scioli obtuvo un resultado que debería servir como punto de apoyo y horizonte mínimo de la lucha por rehacer las fuerzas nacionales, aquí. El rechazo a Macri, como en todo el país, se hace creciente y será cada día mucho mayor. Una lista minoritaria, con vocación testimonial, no puede considerarse la mejor alternativa para alimentar la oposición a la alianza Cambiemos; menos aún para transformar el cuadro político provincial, la hegemonía fatídica del “partido único neoliberal cordobés”.
Las corrientes nacionales en nuestra provincia están arrinconadas, confundidas, dispersas, pero no es Córdoba una “isla”. En el vacío dejado por el ocaso del juecismo, cuyo jefe fue “un barrilete sin cola”, irresponsable y camaleónico, se retrocedió a “lo conocido”, luego de buscar una renovación. Es necesario convocar a los cordobeses sin sectarismo, sin espíritu de capilla ¿Cabe acaso suponer que se extinguieron las tradiciones de la Reforma Universitaria, el 17 de Octubre, y el Cordobazo, como referencias históricas? ¿Que en el radicalismo y sus bases crece el descontento con la alianza Cambiemos y tras “la nostalgia de Alfonsín” puede estar incubándose la necesidad de retomar las tradiciones de Irigoyen y Sabattini? ¿No sabemos acaso que la clase trabajadora de Córdoba no ha perdido su capacidad de lucha y volverá a ser el eje movilizador del pueblo de la provincia?
Votar en las PASO la opción nacional y recuperar Córdoba para el bloque nacional, es la tarea.
Colectivo de Iniciativa Política.
En un todo de acuerdo….
Gracias. Totalmente de acuerdo con lo planteado.
PARTIDO PROVINCIAL AMPLIO. POR FAVOR DESARROLLE Y EXPLICITE ESTE CONCEPTO.
Ustedes traen alguna solución, o son parte del problema?, más allá del análisis correcto….
Me gusta mucho
Hay que recuperar la fuerza para que no sea en vano la lucha de nuestros muertos.
Comparto en general el planteo y la preocupación por los problemas que aquejan al campo nacional. Estimo que el acto eleccionario es uno de los frentes de lucha, como las movilizaciones populares es otro, como también las disputas en los Estrados judiciales. Sin embargo, la obsesión por la cuestión electoral frenó por orden de Cristina la movilización prevista por los gremios combativos de la CTA y Bancarios para antes de las Paso.
Una vez mas y el culto a la personalidad que ejercita, no permite que su soberbia admite otros aspectos positivos en un plan de lucha a realizar con miras a recuperar el poder en el 2019.
Creo que el sidicalismo esta herido de muerte, el tumor de la desidia esta arraigado en todos los niveles, son muy pocos los que verdaderamente conservan el espiritu sindical, el resto esta coptado por mafias corporativas.
No es ajeno a esto los candidatos qye hoy salen con mas personalismo y ambicion propia que cuadro político.
Muy interesante la nota que analiza la fortalezas y debilidades de la alianza oligárquica Cambiemos y las del campo nacional y popular.
Creo como aporte a la (re)construcción de un bloque nacional, popular, democrático y revolucionario, capaz de unificar al pueblo argentino, derrotar al bloque imperialista y liberar a la patria. Para poder llevar a cabo este proyecto de liberación del hombre y del pueblo en su conjunto se necesita de una reforma estructural del Estado, es decir una democratización del Estado capitalista moderno. Esto implica modificar en forma sustancial la forma de producción capitalista y financiera, que implica la separación entre los propietarios de la renta y los desposeídos de la misma. Esto generara superar la concepción de la democracia procedimental -electoral- e ir a una verdadera democracia -social- como forma de vida que libere a las personas.