Esperaron una ola de virus que nunca vino. Lo que sí llegó es el desierto de pacientes ¡Peligro!
Por Javier De Pascuale
ESPECIAL PARA INICIATIVA POLÍTICA
Ya antes de la pandemia del coronavirus Covid-19 el gremio de trabajadores de la salud ATSA venía denunciando que hay más de 2.500 clínicas y sanatorios de todo el país que venían “sufriendo la crisis” de los dos años y pico de recesión económica y las furiosas devaluaciones que nos dejó la gestión de Mauricio Macri a los argentinos que nos movemos con la moneda nacional para nuestro trabajo.
Hoy, pandemia mediante el mismo número de establecimientos de salud está al borde del colapso y a punto de anunciar despidos masivos o directamente cierres de servicios e instalaciones. Sí, aunque parezca paradójico en medio de la emergencia sanitaria y en el momento en el que el país más necesita de todas las estructuras de salud disponibles y fuertes para enfrentar lo que en algún momento podría manifestarse como una “ola” de contagios con “catarata” de internaciones y explosión de demanda, la realidad de un sistema de salud débil, en crisis permanente desde hace 30 años, desfinanciado durante el mismo lapso de tiempo y descoordinado por ausencia de la autoridad estatal, podría mostrar su peor cara e igualar a lo que vimos entre marzo y abril de este año en Italia o España, paraísos neoliberales de la salud privada con millones de personas privadas de la salud.
Por supuesto que nadie se anima en este contexto a anunciar recortes de personal médico o de número de enfermeras, sin quedar escrachado ante la opinión pública como insensible e incluso irresponsable. Es la razón por la cual la cámara que representa a las clínicas privadas de Córdoba, Aclisa, se niega a hablar con la prensa de lo que ya es un rumor a voces en todos los conocedores del sector: no dan más, desde mediados de marzo están desiertas, el miedo al contagio del coronavirus se aferró a lo más profundo del ser de la absoluta mayoría de la población, tuvieron que gastar la plata que no tenían en elementos de protección personal que no había en el país y que hubo que pagar a precio vil y van derechito a la terapia intensiva. Algunas ya tienen respirador.
Radiografía del sector privado de salud
El sistema de salud argentino tiene tres subsectores. Uno es el estatal, otro es el solidario (las obras sociales de los trabajadores) y el restante es el privado. En este último, gobierna la ley de la selva. El más fuerte se come al más chico. Veamos.
Córdoba se consolidó en los últimos años como primer polo de atención sanitaria del interior del país, pero el interior de ese proceso muestra la jungla: se vive un acelerado proceso de concentración de servicios en torno de poderosos sanatorios de la capital provincial, al tiempo que desaparecen tradicionales clínicas y centros de salud privados en el interior profundo de la provincia. O en los barrios de la capital.
“Sí, es cierto, quedaron clínicas del interior provincial en el camino, fruto de 15 años de políticas desacertadas. Si durante mucho tiempo no hay incentivos a la actividad, no hay apoyo y sólo trabas, empieza un proceso de desinversión y a la postre, el cierre de establecimientos”, confirmó al respecto Marcos Lozada, referente del hoy gigantesco Sanatorio Allende de Córdoba y titular durante varios periodos de Caescor, la Cámara que agrupa a los establecimientos de salud privada de la provincia. Los más grandes.
“Esto es grave porque después de eso, de los cierres, es muy difícil levantar la actividad en esos lugares. Y la población es la que termina por sufrir las consecuencias. Tienen que entender quienes elaboran políticas públicas que el sistema tiene un nivel de complejidad muy grande y por eso mismo, se debe tratar con seriedad todo lo relativo al sector”, agregó el dirigente empresario.
De este modo, se consolidan en torno de la capital cordobesa grandes y medianos sistemas de salud privada compuestos por hospitales centrales y una multiplicidad de centros de atención de proximidad asociados, cada vez más grandes, con más servicios, más camas y con mayor competencia entre ellos, lo que los obliga a una dinámica muy alta de anuncios de inversión para responder a la demanda y para competir por clientes. Es decir, la salud convertida en un negocio de punta.
Los que saben dicen que “Córdoba perdió 200 clínicas en los últimos años”. Lo reconoce Lozada, quien se apura en señalar que la sobrevivencia a la crisis de la que veníamos antes de la pandemia “no depende del tamaño, no hay diferencia entre clínicas grandes o pequeñas”. Se sentía fuerte “en aquellas que ya venían con problemas sin resolver” o en las que dependen de la oferta pública de salud, de las grandes obras sociales como Pami o Apross. Pero lo cierto es que veníamos con muchas clínicas ingresando a zona de cuidados críticos: “Hoy clínica que se cierra no se ocupa, no se recupera”, sentencia la Parca. Y se cumple su palabra.
Crisis sistémica, pero con demanda
“Hace 17 años que el país se encuentra en emergencia sanitaria. Cada año la renuevan sin tocarle una coma y no logramos que se enfrente el problema como corresponde”, asegura Lozada. Sin embargo, consultado hace pocos meses, se mostraba optimista hacia el futuro próximo: “Hoy hay conciencia del problema. Hemos llegado a un nivel de gravedad en el que sólo es visible un escenario de mejora. Nadie quiere que las cosas vayan peor y ese es el inicio de la solución”, reflexionaba el gerente general de Sanatorio Allende.
En el fondo, confiaban en la demanda. “Nosotros confiamos en la necesidad de salud de la gente, en que el servicio se requiere. Eso es lo que determina que la actividad va a seguir funcionando. En algún momento los gobiernos deberán responder a esa necesidad. Por supuesto, no sabemos con qué medidas, con qué políticas. Pero sí tenemos en claro lo que demanda la población y también sabemos que el sector salud está subinvertido. Todo lo que se invierta en el sector va a ser demandado”, afirmaba con serenidad Marcos Lozada, consultado por este periodista poco antes de la pandemia.
Pero ¿qué pasó despúés? Lo que nadie previó, lo que ninguna consultora especializada de la salud privada, ni think tank de políticas públicas alguno del país o del exterior hubiera imaginado: desapareció la demanda. La gente de un día para otro, un día que podríamos ubicar entre el 15 y el 20 de marzo de este año, simplemente dejó de ir a los hospitales por ningún concepto.
Pandemia en la jungla
Según el testimonio de los ejecutivos (sí, la salud privada de punta no está manejada por médicos, sino por contadores, licenciados, MBAs, CEOs, ejecutivos), de un mes a otro pasaron a facturar sólo 30% de lo que ingresaban hasta días antes. ¿Te imaginás? Un rápido y furioso derrumbe del 70% de los ingresos que se dio al mismo tiempo en que debían salir a comprar grandes cantidades de elementos de protección para todo su personal y además, correr para adaptar sus estructuras hospitalarias para que los pacientes con Covid-19 o síntomas consistenes no se cruzaran con el resto de los pacientes con otras problemáticas.
En una palabra: inversión. Mucha inversión en medio de una corrida por máscaras, trajes y otros elementos especiales que no se conseguían, que había que comprar a especuladores y a precio vil… Todo esto con la dotación de personal completa (esperando el “pico” de contagios anunciado hasta el hartazgo para mayo) y sin ver un solo paciente en los pasillos. Una pesadilla que como a Sabina les robó el mes de abril y no sólo eso, sino muchos fondos de sus cuentas.
Llegado mayo, las clínicas muestran a sus accionistas informes que hielan la sangre. “Comparando abril de 2020 con igual mes en 2019, prácticamente todos los indicadores cayeron entre 50% y 75%”, dice el último despacho nacional de la Comisión de Directores Médicos de Adecra – Cedim, la poderosísima cámara nacional que agrupa al 95% de la salud privada del país.
La “letalidad” por usar un término médico, de la situación actual para las clínicas que viven de la demanda privada de salud, es única: las consultas de emergencia cayeron 74%, las cirugías generales 73%, prácticas como endoscopías digestivas se esfumaron en 80%. “La caída de un 60% en la cantidad de angioplastias coronarias y cirugías de by pass es alarmante, ya que tocan de manera directa la principal enfermedad en el mundo occidental. De igual manera, que un 62% menos de internaciones por cuadros coronarios agudos abre la preocupante presunción que los pacientes, por miedo al coronavirus, estén cursando cuadros de infartos y anginas de pecho inestables en la casa, exponiéndose a secuelas y riesgo de muerte”, afirman los ahora sí, directores médicos de los grandes pulpos del sector, acostumbrados a recoger ingresos con ocho brazos, convertidos hoy en moluscos mancos.
En términos económicos la demanda se esfumó, la oferta quedó grande, el agente financiador (el público) se retiró de la ecuación, el bloque financiado se quedó (personal, estructuras, costos varios) y el resultado no puede no ser más que negativo.
Apocalipsis: el día que necesitamos al sector privado
Quizás por vez primera, el interés económico de mantener sus estructuras coincide a pie juntillas con las recomendaciones sanitarias más serias: son graves las consecuencias de interrumpir tratamientos de salud y evitar diagnósticos e intervenciones. Esta actitud se masivizó en la Argentina en los últimos dos meses y tendrá un costo futuro gravoso para los mismos pacientes, en complicaciones varias y hasta en muertes.
Clínicas y sanatorios claman que “es imperativo que corrijamos el rumbo” antes de que el colapso en el giro financiero y económico de los sanatorios se vuelva incontenible para quienes los administran. No lo dicen pero piensan en despidos y cierres de hospitales.
De hecho, de darse esas últimas posibilidades se complicará la lucha contra el Covid-19 y se terminará agravando las condiciones de respuesta del país a la demanda sanitaria de la población, señalaron referentes del sector.
“En toda la salud privada del país se palpa una gran preocupación. La gente lo vive así y se da cuenta que si esto sigue así, el sostenimiento de muchas instituciones es inviable. Podría ocurrir un escenario muy angustiante, cual es de necesitar que toda la salud esté trabajando para enfrentar una ola de contagios y que eso no se dé, porque la crisis dejó a muchos con servicios disminuidos o no operativos”, advierte Gerardo Bozovich, coordinador de la Comisión de Directores Médicos de Adecra – Cedim y director Médico del Instituto Argentino de Diagnóstico y Tratamiento (IADT).
“Ningún subsector de la salud puede enfrentar esta crisis solo. Necesitamos estar fuertes y en primera línea enfrentando lo que se venga, pero en estas condiciones es imposible”, sentenció el vocero nacional de las clínicas y sanatorios, tras admitir que si bien hasta el momento no hubo despidos en el sector “porque está prohibido”, la salud privada del país “está en terapia intensiva”, con serios problemas para 85% del sector que así no encuentra modo de ser sustentable en los puestos de trabajo y en las estructuras, explicó el dirigente sectorial.
En rigor de verdad, la actual es la tercera gran crisis que vive el sector en los últimos tres años, aunque las características de la actual la hacen inédita. “El sector médico prestador, que venía con una situación muy golpeada por la crisis de 2018” recibió tras la devaluación del año pasado “un virtual tiro de gracia”, advertían las mismas cámaras que representan al 95% de las clínicas privadas del país hace poco más de seis meses, lo cual motivó “masivas presentaciones de procedimientos preventivos de crisis” y aperturas de concursos preventivos, situación que hoy en Córdoba y región ostentan varios establecimientos.
“Adaptamos rápidamente nuestras clínicas, colaboramos en la política de respuesta, que nos parece excelente, incluso invertimos para mejorar y ampliar estructura, el pico del virus nunca llegó pero la crisis sí. Hoy la facturación cayó 70% y muchas clínicas están al límite”, sintetizó un referente del sector.
Soluciones: el Estado, la sociedad, la prensa
Ante el desesperante panorama que enfrentan las clínicas y sanatorios privados, el sector gestiona ante el Gobierno diversas medidas de alivio: exención del impuesto al cheque o crédito fiscal de pagos por ese concepto, baja o exención de pago de cargas sociales para el personal de salud, extensión de la emergencia sanitaria nacional, créditos a tasa cero y creación de una “autopista” de respuesta rápida a las necesidades del sector, que automatice la aplicación a la salud de todas las medidas de alivio fiscal que se elaboran desde el Estado para distintos sectores, de modo que programas como el ATP de asistencia de emergencia al trabajo y la producción, o la bonificación por algunos meses al personal de salud, lleguen de modo directo y tengan aplicación automática en los asociados a las cámaras del sector.
No obstante, el mayor pedido del sector no es al Estado, sino a los usuarios de los servicios de salud y a los medios de comunicación masiva. A la gente el sector le recuerda la gravedad que entraña suspender tratamientos, demorar diagnósticos, descartar estudios preventivos o como lo que está pasando ahora, directamente posponer intervenciones o prácticas concretas que salvan vidas. Todas actitudes que generan complicaciones futuras o próximas e incluso que pueden provocar la muerte.
“Es imperativo que corrijamos el rumbo para evitar que aumenten las complicaciones y muertes por condiciones de salud agudas y crónicas que reciban diagnósticos y tratamientos tardíos o incompletos por temor al contagio por coronavirus. No debemos olvidar que las causas mayores de morbilidad y mortalidad existían antes de la epidemia y seguirán existiendo durante la misma y cuando haya terminado”, reza el último comunicado de Adecra – Cedim, con una apelación directa a la población, que “tiene derecho a tener más de una enfermedad”, según un viejo dicho médico.
Finalmente, el pedido se extiende a los medios que se dedican “al bombardeo atemorizante de datos que ocupa gran parte de los contenidos”. Bozovich se pregunta: “¿Qué utilidad tiene saber cuántos contagios hay en Vietnam?” y pide “evitar hablar todo el tiempo de las muertes por Covid-19, que no son precisamente las causales de muerte más letales del país”.
La apelación final de las clínicas es clara: “Acá se mueren 100 mil personas todos los años de enfermedades cardiovasculares, 65 mil de cáncer, 30 mil de enfermedades respiratorias, sólo la diabetes provoca 9 mil muertes. Y todo eso se atiende, se trabaja, se previene. Tenemos listas las estructuras y el personal para hacerlo. Es mentira que si usted pisa un hospital se contagia. Si usted va al supermercado y no le pasa, tampoco en el sanatorio, donde tenemos muy bien trabajadas las condiciones de seguridad, la diferenciación de circulación de casos febriles y el resto, donde lo van a cuidar mucho más”, dijo Bozovich.