El Gobierno nacional retoma la iniciativa y apunta a reactivar la economía/Facundo Piai

TRAS ACORDAR CON LOS BONISTAS Y EVITAR EL DEFAULT

En todo escenario donde la estrategia es clave para imponerse, la centralidad se torna vital. Así, gobernar el centro del tablero es el camino para dominar una partida de ajedrez con las piezas posicionadas en los casilleros del medio. De igual manera, el mediocampo es crucial cuando once jugadores intentan imponerse en el score frente a los once rivales. También, lo mismo ocurre en un cuadrilátero, en donde el boxeador que se posiciona en el centro toma la iniciativa, avanza amenazante, acecha. Copar el centro presupone tener presencia, asumir el protagonismo y dejarle al rival los márgenes, la lateralidad, el repliegue o, simplemente, las sobras.

La coalición gobernante había perdido la centralidad o quizás sólo la tuvo de a escasos momentos. La administración de la emergencia sanitaria hizo notar la presencia del Gobierno, pero la extensión de las medidas de aislamiento y el lógico hastío, sumado a las campañas “anticuarentena”, lo fueron corriendo del foco. Fueron sembrando interrogantes. Asimismo, el Gobierno de Alberto Fernández intentó tomar protagonismo con iniciativas políticas que terminaron por diluirse. Más dudas. En efecto, en este escenario, cada repliegue significa recular hacia las cuerdas. Por tanto, alejarse del centro, abandonar la iniciativa.

Así es que el acuerdo con gran parte de los acreedores para reestructurar u$s66.300 millones de bonos emitidos bajo ley extranjera significa no sólo evitar caer en cesación de pagos, sino que además significa centralidad. Empezar a resolver parte del problema acuciante de la deuda externa presupone capital político. Que no es otra cosa que el combustible que se necesita para imponer una agenda, generar consensos, definir un programa y llevarlo a cabo. En fin, ese capital del que dota la centralidad es la sustancia que se necesita para gobernar, administrar, controlar, resolver.

De la “lluvia de dólares” y las promesas de Prat Gay a la crisis de deuda

A los pocos días de que Cambiemos asumiera la Presidencia, su ministro de Economía, Prat Gay, anunciaba el fin de las restricciones cambiarias. Las mismas que habían sido implementadas en el 2011 en un contexto de fuerte presión sobre el tipo de cambio, cuando, en unos pocos meses, se habían fugado más de 11 mil millones de dólares, lo que equivalía al 25% de las reservas del BCRA de ese entonces. Levantar el “cepo” será “el puntapié para poner la economía en un sendero de crecimiento”, decía el por entonces ministro al tiempo que levantaba los requerimientos y obligaciones para las inversiones en dólares estadounidenses y quitaba el tope de atesoramiento por cada persona física y jurídica.

En el mismo sentido, cuando se les pagó a los holdouts cerca de US$ 13 mil millones para volver a los mercados internacionales de capitales, los funcionarios que apoyaron la medida aseguraban que el nuevo ciclo de endeudamiento generaría riquezas. Uno de los que coordinó la estrategia fue el mismo Prat Gay, quien aseguraba que volver al mercado internacional de crédito permitiría “relanzar la economía, con infraestructura para volver a crecer, para que vuelva el trabajo digno”. Pues en la visión pueril de la economía del ex ministro, las desregulaciones aplicadas sobre los diferentes flujos de capital permitirían el arribo de dólares a tropel. Sólo bastaba con quitar del medio los controles, restricciones y demás mecanismos disciplinantes, que entorpecían el desarrollo de la economía y generaban “represión financiera”, sostenían.

El descontrol económico de Cambiemos

A las bases jurídicas para el desarrollo de un nuevo ciclo de endeudamiento, le siguió la Resolución 1-E/2017 del Ministerio de Hacienda. La misma redujo de 120 a cero el plazo de días de permanencia en el país para capitales extranjeros. En igual sentido, estiraron de 30 días a cinco años el plazo que tenían las acopiadoras de granos para liquidar las divisas producto del intercambio comercial en el mercado único de cambios; para luego, directamente, abolir el plazo de liquidación de divisas, mediante el decreto 893/2017. Al ser para Cambiemos la libertad económica la base de la confianza, luego de haber eliminado toda regulación, promoviendo la libre adquisición de divisas, esperaban la “lluvia de dólares” en lugar de salida de fondos al exterior. Sin embargo, en abril del 2018 sucedió lo inevitable. Buscando inversiones más sustentables, los acreedores privados aprovecharon las libertades existentes para retirarse.

En efecto, Cambiemos se quedó sin financiamiento, con una economía deprimida, el valor del dólar descontrolado, los precios elevados, por tanto el crédito inaccesible, el consumo popular por el piso y una agenda minada de desembolsos de deuda de diferentes bonos emitidos por el Tesoro. Lo cual hizo que Argentina recurra al Fondo Monetario Internacional (FMI) para buscar los dólares que ya no obtenía del mercado financiero. Para variar, el destino de esos dólares también fue el financiamiento de la fuga, por tanto, el país se quedó sólo con los compromisos de deuda, cuyos vencimientos en el corto plazo condicionan cualquier posibilidad de expansión económica.

Desactivar una bomba de tiempo

¿Evitar el default no significa acaso liberar presiones sobre un bien tan escaso como estratégico que son las divisas norteamericanas? ¿Por cuánto tiempo estará “tranquilo” el tipo de cambio? Frente a una devaluación, ¿cómo reaccionaría una economía dañada y deprimida, inclusive, desde antes de la pandemia? Posiblemente el mayor logro de la negociación haya sido postergar los desembolsos para más adelante, habiendo en los próximos cuatro años compromisos por sólo 4 mil millones de dólares. Las negociaciones, aún en curso, generarían en los próximos 10 años un alivio significativo en relación a los compromisos de deuda que había dejado la anterior gestión.

Más que una reestructuración con quita significativa, el canje de bonos sería un respirador en contexto de pandemia. De este modo, el Gobierno tendrá mayor libertad de acción y recursos disponibles para hacer frente a los avatares del coronavirus y acelerar la reactivación del pulso de la economía. Si bien la negociación aún no concluyó, recién el 24 de agosto es cuando se termina el plazo para que las partes lleguen a un arreglo, el ministro de Economía, Martín Guzmán, confía en que la aceptación de los bonistas será aún mayor que la actual. Mientras tanto se discuten los alcances de diferentes cláusulas de los nuevos bonos del canje. Los acreedores quieren evitar que su libertad para litigar frente a eventuales reestructuraciones se vea afectada. Lo cual da cuenta que el default no está despejado, reperfilamiento mediante.

Evitar caer en cesación de pagos también significa un fortalecimiento de la relación de la administración nacional con los gobernadores. En los últimos cuatro años, el endeudamiento no fue sólo patrimonio de Nación, muchas provincias también lo hicieron y tienen serias dificultades para afrontar los compromisos asumidos. Por lo tanto, un default del soberano iba a dificultar seriamente las negociaciones de los diferentes mandatarios provinciales con sus acreedores.

Asimismo, la realidad es que el acuerdo le permitiría al gobierno de Alberto Fernández avanzar con la negociación con el Fondo Monetario Internacional (FMI) en donde también hay una situación de deuda muy desprolija.

Salir a flote

El mismo día que anunció el acuerdo con los acreedores, el Gobierno lanzó el plan Procrear, que busca incentivar la construcción de la mano de créditos blandos otorgados a las familias para tal fin. En esta primera etapa se realizará un inversión de 25 mil millones de pesos y prevén la construcción de 14 mil viviendas. Más allá de lo módico de las cifras, desde el Gobierno sugieren que esto es posible por los avances en materia de renegociación de las amortizaciones de la deuda externa. Todo indica que intentarán encender la economía de la mano de la construcción (mediante obras públicas y privadas), una actividad intensiva en mano de obra, cuya activación demanda muchos insumos y materiales como son: áridos, cemento, hierro, acero, pavimento, tubos de acero, etc. que son todos producidos en el país. De modo tal que su aceleración dinamiza una parte importante de la economía.

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