Luego del multitudinario Encuentro Nacional de Mujeres de Rosario –una de los mayores movilizaciones populares del 2016-, miles de argentinos marcharon a lo largo y ancho del país ante una nueva ola de femicidios. En el mes de octubre, en sólo 17 días, 19 mujeres fueron asesinadas. ¿Cuál es el estado de situación de la militancia feminista? Ana Morillo, una licenciada en Trabajo Social de reconocida militancia popular, analiza las fortalezas y desafíos de un sector que toma las calles en busca de derechos.
Las mujeres desde hace 31 años venimos encontrándonos, debatiendo y proponiendo cambios en las políticas públicas, en las legislaciones y en cuestiones sociales y culturales para ejercer nuestra libertad y autonomía plena en todos los ámbitos de la sociedad. Las mujeres queremos una vida libre de violencias, un trabajo digno con igual remuneración, acceso a espacios políticos y gremiales en igualdad de condiciones y poder disfrutar de una maternidad elegida y no forzada. Estas son las reivindicaciones que nos motorizan, entre tantas otras, que hacen a nuestro ejercicio de libertad e igualdad entre varones, mujeres y toda la diversidad sexual.
De esto se tratan los Encuentros Nacionales de Mujeres, como el que se desarrolló recientemente en la ciudad de Rosario. No hay expresión en el país que muestre un colectivo diverso y con tanto consenso construido durante tantos años, con tanta energía motora de cambios y posibilitadora de crecimientos personales y colectivos. En donde prima la reflexión y la ejecución, ya que las temáticas y consignas allí debatidas se trasladan a cada provincia y a cada territorio para desarrollar las propuestas consensuadas.
Así, avanzamos en distintos ámbitos: familiar, laboral, político, gremial, como así también en la calle, en los hospitales, en la Justicia, en la cultura, en la ciencia, entre otros. En donde exigimos un trato igualitario, disputamos espacios de participación y poder, a elegir cuando y con quien ser madres, a iniciar y terminar una relación amorosa cuando queramos, a defendernos del acoso callejero, con el fin de garantizar igualdad de derechos.
Nuestros reclamos ponen en evidencia los micromachismos que están presentes en nuestras vidas, no sólo en varones sino en mujeres también. Reforzados por los medios de comunicación hegemónicos que permanentemente cosifican a la mujer, ridiculizan y muestran su cuerpo como consumo. Allí, el estereotipo legitimado de mujer aparece relacionado a la docilidad y sumisión y su cuerpo como un bien de consumo, accesible al deseo del varón, como si fuera un “ofrecimiento sobre lo que muestro”.
También consideramos que debemos empezar a debatir sobre la masculinidad imperante en nuestra cultura, como “macho proveedor”, como “varón dueño de una mujer”, que se cristaliza en ese sentido de posesión tan letal: “sos mía, sino no sos de nadie”. Idea fuerza que antecede a la descalificación y constante manipulación hacia la mujer que hace que la relación se torne en un vínculo difícil de revertir y la mujer requiera de mucha contención y de una red de apoyo para salir de una situación de violencia.
Los hechos de violencia hacia las mujeres son cada vez más atroces, morbosos, ultrajantes, denigrantes, ponen en evidencia lo más oscuro y bestial de la sociedad, que escapa a toda racionalidad. ¿Cómo pensar todo esto y lo sucedido con los últimos femicidios justo después del 31 Encuentro Nacional de Mujeres? Considero que es justamente el miedo que genera nuestra autonomía. El temor a nuestra libertad o el recelo a dejar de tener un lugar de poder sobre nuestras vidas y nuestros cuerpos enardece la violencia y descoloca a ese varón-macho poseedor, que ve en la igualdad amenazado su dominio.
Esta lucha es de todas y todos, es contra el machismo, contra el patriarcado, contra toda forma de dominación y ejercicio del poder sexista. Nos desvela pensar cómo podemos terminar con todo este flagelo que vivimos las mujeres, porque el patriarcado sigue funcionando mostrando un pretendido “disciplinamiento” con los femicidios, con la falta de políticas públicas eficaces, con el ejercicio de violencia machista en los ámbitos de la Justicia y la salud, con medios de prensa que fortalecen estereotipos machistas y promueven mujeres “dóciles y adaptables”. Un ejemplo de esto es la figura femenina que los medios promueven de la esposa del presidente Mauricio Macri, “dócil y adaptable”. La contracara de ese estereotipo de mujer es la figura de la ex Presidenta Cristina Fernández de Kirchner o la que suscita Milagro Sala, mujeres capaces de enfrentar los poderes patriarcales y, como consecuencia de ello, fueron maltratadas y violentadas en su condición de mujeres por los medios hegemónicos de prensa.
Erradicar la Violencia hacia las mujeres es erradicar el machismo y el patriarcado, esto es un problema social, cultural y principalmente político. Como tal, requiere que el Estado se ponga a la altura de las circunstancias y promueva políticas públicas contundentes: para la prevención de la violencia, para la promoción de una educación no sexista, para que la Justicia castigue y condene a los femicidas con toda la fuerza de la ley, para que las medidas de asistencia y protección hacia mujeres víctimas de violencia sean adecuadas, oportunas y pertinentes, para que no seamos el mayor porcentaje de trabajadoras en el sector informal de la economía, para que las tareas de cuidados familiares sean igualmente distribuidas, entre muchas otras cuestiones más.