La inversión extranjera y el plan económico de Cambiemos/Facundo Piai

A juzgar por las sucesivas reuniones entre los popes del gabinete nacional con representantes de las multinacionales, es lógico intuir que el gobierno de Mauricio Macri pretende conseguir la ilusión de “pobreza cero” de la mano de inversionistas extranjeros y de mayor apertura comercial con el mundo. De hecho, así lo consigna el Plan Productivo Argentino que Francisco Cabrera, ministro de Producción, le enseñó a la UIA en septiembre pasado. Programa que pretende aumentar las exportaciones e inversiones en el país de la mano de “mayor competitividad y productividad laboral”.

macri-en-el-coloquio-de-ideaMuchos especialistas aseguran que el proyecto fracasará por falta de inversores, ya que durante la década anterior los capitales que arribaron lo hicieron alentados por un mercado interno pujante basado en el poder de consumo del salario. Variables hoy derruidas, con recesión y pérdida de poder adquisitivo, sumado al incremento de importación de manufacturas por baja de aranceles. En lo que no reparan estos especialistas críticos al modelo macrista es que, en caso de lograrse, el éxito del proyecto sólo se dará en un corto plazo, al favorecer las inversiones el ingreso de dólares que aumentan la libre disponibilidad de divisas, lo que permitiría al gobierno alivios de coyuntura. Sin embargo, en un mediano plazo los problemas se agravan en la medida que las filiales remiten sus utilidades a sus casas matrices, radicadas en EEUU, Europa, Brasil, etc.

Este fue uno de los principales problemas que acechó al modelo económico anterior, que consiguió desarrollo industrial y alta tasa de empleo de la mano de inversión extranjera en el marco de un programa de industrialización por sustitución de importaciones, puntal de una política mercadointernista. No obstante, durante la gestión kirchnerista las inversiones de las transnacionales extranjerizaron y concentraron fuertemente al aparato productivo nacional, haciéndolo más dependiente y generando restricción externa. De acuerdo a la Encuesta Nacional de Grandes Empresas del año 2010, de las 500 empresas de mayor rentabilidad, más del 60% perteneció a capitales extranjeros, mientras que el 10% del total de las empresas encuestadas explica el 53% de las utilidades de esa cúpula empresarial.

Tomando los cómputos que arroja el Balance Cambiario del BCRA, durante la década pasada el país recibió 27.393 millones de dólares en concepto de inversión directa, y las empresas giraron utilidades a sus casas matrices por 24 millones. Es decir que remitieron más del 80% de lo invertido. Remisión que se amplía si se toma en cuenta el drenaje de divisas que realizan las filiales por diferentes mecanismos opacos (pago de regalías y honorarios por el know-how, subfacturación de exportaciones, sobrefacturación de importaciones, pago de intereses a firmas relacionadas).

Esto es posibilitado por la ley de inversiones extranjeras Nº 21.382, redactada por Martinez de Hoz y modificada por Cavallo, que otorga los mismos derechos a una empresa extranjera que a una nacional, permitiendo a la primera girar utilidades a sus casas matrices, cuando quieran y cuanto quieran. En consecuencia, lejos de asentarse en las ramas de la industria no exploradas, las inversiones se dan en los sectores altamente competitivos, reprimarizando al aparato productivo en lugar de diversificarlo. En caso de arribar al sector productivo, el capital extranjero no hace otra cosa que sacarle mercado a la burguesía nacional, puesto que la permisión del andamiaje jurídico pone a competir a una pyme con una trasnacional.

La gestión anterior, si bien no modificó la ley ni denunció los leoninos TBI (Tratados Bilaterales de Intercambio), logró frenar el drenaje de dólares a partir del 2012 con el control cambiario y negociaciones y acuerdos informales con las empresas extranjeras para la reinversión del capital. Así, frente a la estrategia del nuevo gobierno de levantar el “cepo cambiario” anunciado por Alfonso Prat Gay, las empresas extranjeras giraron a sus casas matrices, solo durante el primer semestre, 1.466 millones de dólares, cuando en el mismo período del año pasado giraron USD113 millones, algunos especialistas prevén que este año cerrará con un envío al exterior de más de 8 mil millones de dólares. Esta remisión se sostiene con divisas provenientes de endeudamiento externo a tasas más elevadas de las que obtienen Chile o Brasil.

Los indicadores económicos hoy presentes dan cuenta de que el programa de la alianza Cambiemos carece de sustentabilidad en el mediano plazo, por más que tengamos, en el próximo año electoral, un repunte coyuntural con un Estado inyectando dinero en la obra pública. Es importante hacer notar que en caso de que lleguen inversiones productivas, no diversificarán la estructura económica. Por el contrario, se asentarán en sectores ya explotados por su rentabilidad, como lo son: el agropecuario, minero, financiero, hidrocarburífero y/o construcción; para lo cual la flexibilización laboral es una condición sine qua non (tal cual lo manifestaron los eventuales inversionistas en el Centro Cultural Kirchner) que traerá, naturalmente, una distribución del ingreso regresiva dada por menores salarios con consecuencias negativas para el consumo y la reactivación del mercado interno.

En consecuencia, resignarse a una inserción pasiva en el orden internacional para que las multinacionales cumplan sus estrategias globales de maximización de rentabilidad no puede ser una estrategia adecuada para los intereses  del país y de sus grandes mayorías.

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