Los argentinos padecemos de una acentuada extranjerización y concentración de nuestra economía. Ello es palpable en el comercio minorista de los productos que consumimos a diario, ya que las principales superficies comerciales se encuentran en manos del capital extranjero. Este concentra el 58% de la venta de alimentos y bebidas. Frente a esta situación, solo un movimiento nacional que contenga política y socialmente al comerciante nacional, puede desconcentrar el mercado y defender a los sectores populares.
Uno de los efectos de la política neoliberal iniciada en marzo de 1976, que prolongó la democracia, fue la extranjerización del comercio minorista. Ese proceso fue alentado por la Ley de Inversiones Extranjeras impuesta al país por Martínez de Hoz, que sitúa a los capitales foráneos en igualdad de condiciones frente al capital nacional. Es amargo señalar, en este punto, que dicha ley está hoy vigente, sin que ningún gobierno posterior al 83 se atreviera a dictar otra normativa, beneficiosa para el país, frenando la transferencia de las empresas ya existentes al capital foráneo.
Las nuevas generaciones de argentinos no vieron las cadenas de supermercados creadas en el país con ahorro interno, que capitalizaban sus ganancias en el mercado interno, en lugar de girarlas hacia sus casas centrales en el exterior. Entre aquellas firmas se destacaba una gigantesca cooperativa, El Hogar Obrero, fundada por los socialistas en la década del 20. Esas cadenas –Almacenes Americanos fue pionera en Córdoba– fueron desapareciendo, en general compradas por grandes corporaciones de capital extranjero, como Walmart, Carrefour, Consesud, Casino, etc. Según un informe de la Federación Argentina de Empleados de Comercios y Servicios (FAECyS), en 2011 dichas corporaciones acaparaban el 58% del total de la venta de alimentos y bebidas. Por su parte, el jefe del bloque FPV-PJ en la cámara de diputados, Héctor Recalde, sostiene que los siete mayores pulpos explican el 85 % del total de ventas y deben ser designados como grupos oligopólicos, que forman precios e imponen normas a una parte considerable de sus proveedores argentinos, a menos que se trate de grandes marcas, también dominantes, con quienes suelen asociarse.
La concentración y extranjerización del capital comercial ha colocado en los márgenes del sistema a la inmensa mayoría de los almacenes, carnicerías y verdulerías del país, que trabajan, curiosamente, con un nivel de calidad de productos y precios muy similares a los que ofrecen los hipermercados, debido a un hecho que denunciamos por escandaloso: los hipermercados no trasladan al público, como en el ciclo anterior protagonizado por firmas argentinas, las enormes economías que genera comprar en una escala gigantesca, en relación a los precios a que logran proveerse los pequeños negocios del pequeño empresariado nacional. Esto es particularmente cierto y conforma un abuso liso y llano, en la comercialización de carnes, verduras y frutas. Se ha señalado que en ese reglón los márgenes de los hipermercados “trabajan” con utilidades del 1700% sobre costos.
Los pequeños negocios, ahogados por las cadenas, son el medio de vida de centenares de miles de nuestros compatriotas. Se trata, por lo reciente de la concentración, de un sector social no tenido en cuenta, como franja específica, en la política nacional. A nuestro juicio, es un componente de lo que suele denominarse el sujeto transformador, que no es atendido en sus intereses sectoriales por las fuerzas antiguas y obsoletas del país, anquilosadas en explotar sus símbolos tradicionales y desdeñosas del debate de los problemas nacionales.
En el pasado reciente, bajo un gobierno popular, los sectores referidos no fueron considerados en las estrategias de precios y lo mismo sucede con el sistema financiero –aun el oficial– que privilegia la atención de “las grandes superficies”, particularmente como administradores de las Tarjetas de Crédito, que cobran más a los más pequeños, hasta hacerles imposible usar el servicio.
Creemos necesario ocuparnos de esa franja numerosa de argentinos, objetivamente afectados en sus posibilidades de desarrollo por la creciente concentración del negocio en pocas manos. No se trata de registrar, rutinariamente, que han sido tradicionalmente un sector aficionado a respaldar al status quo. También lo han sido nuestras clases medias, que han dado cíclicamente muestras de radicalización en sentido nacional, democrático, popular. Es imperioso promover el debate con amplias franjas del pequeño comercio, con el propósito de impulsar una conciencia de su lugar en la Argentina extranjerizada de nuestros días, que nos permite apostar a la integración del sector en el vasto movimiento político-social que emancipará al país del poder imperialista.
Me gusta tu nota. Pero no solo las grandes cadenas. Tengo pleno conocimiento de una firma mediana como Marianomax de cba que con sus ganancias construye edificios en brasil. Hay q reglamentar para todos. Tanto como para Susana Gimenez como para el chino de la esquina.