La elección de medio término del domingo 22 de octubre confirmó el crecimiento territorial de la Alianza Cambiemos que se impuso en 13 distritos, y dentro de ella se ve un claro predominio del PRO en detrimento de las otras fuerzas que la conforman (Macri impuso candidatos de su riñón en distritos claves: Córdoba, Santa Fe, Provincia de Buenos Aires y Salta). Hace dos años, en la segunda vuelta que condujo al ex presidente de Boca Juniors al poder del Estado, Cambiemos logró supremacía en nueve distritos, en estas legislativas no solo logró refrendar el apoyo en la mayoría de ellos, sino que aumento su predominio en cuatro provincias más. Algo impensado, luego de dos años de políticas antipopulares.
Frente a la avanzada de la ola amarilla, que se expande como una mancha de aceite por el mapa, abundan los análisis desorbitados, desde ensalzar al gurú ecuatoriano que entrena a los candidatos de Cambiemos, hasta la justificación del exiguo resultado de la ex presidenta en el bastión histórico del peronismo y considerarlo, después de todo, como un buen resultado de cara al futuro. Cabe aclarar que la fortaleza de cambiemos no proviene de su propia consistencia, más bien del hecho de que no tiene un adversario sólido que lo enfrente con inteligencia y solvencia. El triunfo de la ola amarilla es, en parte, resultado de la fragmentación del peronismo y la quietud del movimiento obrero organizado que, desde la vuelta a la democracia a esta parte, oscila inerme, luego de ser desplazado de la estructura del partido Justicialista, después de la fallida elección de 1983.
Es indudable que Cambiemos trabaja sobre esa falencia de la oposición, como un boxeador que golpea aprovechando la mala defensa de su oponente y hace daño, no porque su mano sea pesada, sino porque la mala defensa le permite golpear reiteradamente hasta hacer mella. La dispersión de la oposición permite que el único proyecto de país, pensado y ejecutado, sea el de los CEOs. Un programa que, como venimos sosteniendo en este portal, no es sustentable y termina- de no corregir el endeudamiento constante, la fuga de divisas, la apertura indiscriminada y el déficit comercial- en crisis económica y social. Y ahí, no existe gurú alguno con el poder de tapar las consecuencias de un empobrecimiento masivo de la población con discurso alguno.
Las elecciones en Córdoba
Schiaretti es un hombre que proviene de las trasnacionales, fue vicedirector de Fiat Brasil, es librecambista en su concepción económica, coincide plenamente con las apreciaciones del economista ultraliberal José Luis Espert, el modelo económico que propone Macri para el país es su modelo, cumple con todas las características de un hombre del PRO; ex CEO y filosóficamente neoliberal. “El Gringo” debe estar lamentándose de formar parte del PJ, puesto que de no ser así seguramente tendría un cálido lugar a la diestra de Macri.
En efecto, Schiaretti y De la Sota impregnaron al PJ de su cosmovisión y generaron un peronismo a su medida, con tecnócratas provenientes de la UCD, asesores de la Fundación Mediterránea y lobistas de los grupos económicos locales y nacionales. De tal modo que bajo el liderazgo de ambos el PJ pasó a ser una fuerza en donde su mayor respaldo estuvo en el interior agropecuario, a diferencia de lo que ocurría con el peronismo tradicional que proponía la distribución de la renta en tantos iguales para el capital y el trabajo, lo cual le valió el apoyo incondicional de los trabajadores de la urbe y el rechazo de los terratenientes de la pampa húmeda. Con la irrupción de Cambiemos esta ecuación comienza a fallar. En la alianza conducida por el partido del establisment (PRO) el interior sojero encontró un representante político más fiel a sus intereses. De hecho, encontró un partido formado por miembros del poder financiero cuyas políticas devaluatorias y de liberar la compra y fuga de dólares benefició ampliamente al complejo exportador. De este modo, el interior sojero ve en Cambiemos a un gobierno que beneficia ampliamente su estrategia de acumulación rentista sin pedirle nada a cambio.
Los 18 puntos que separan a Cambiemos del peronismo local no quieren decir, necesariamente, que en las elecciones provinciales del 2019 vaya a repetirse el resultado, ningún analista serio puede considerar esa hipótesis como válida. Pensar que los resultados pueden trasladarse de manera lineal implica desconocer la fluctuación del electorado. Hoy las identidades políticas de la población son flotantes y frágiles, de modo tal que es muy difícil anticipar cómo votará la población en una elección nacional, provincial o municipal. Lo que sí, este resultado le pone un techo a la proyección nacional de los capitostes del PJ cordobés, puesto que luego de perder por amplio margen deberán supeditar sus estrategias futuras al territorio provincial, dejando en un segundo plano a sus pretensiones nacionales.
La derrota del peronismo blanco
Asimismo, este baño de realidad mengua la posibilidad de un peronismo renovado en torno a peronistas más conciliadores y dialoguistas con el poder central. Las derrotas de Schiaretti, Massa y Urtubey, gestores de un peronismo de “buenos modales” (peronismo blanco), obedientes con el poder económico y su partido (el PRO), los deja muy mal posicionados de cara a la disputa al interior del peronismo respecto a otros dirigentes que, a diferencia de ellos, lograron refrendar su dominio territorial, como ocurrió en San Luis, La Pampa, Formosa, Misiones, Tucumán, San Juan, Catamarca o Santiago del Estero.
Más allá de lo que diga la feligresía, la derrota de la ex presidenta no la posiciona en el lugar que pretendía para reorganizar el peronismo en torno de sí. Su performance electoral, no obstante, no la borra del mapa (de hecho sería la dirigente con mayor arrastre dentro del peronismo) pero es insuficiente respecto a la expectativa. De modo tal que si pretende conformar un bloque opositor con solvencia política y con posibilidades electorales deberá construir en función de la pluralidad y el consenso, aspectos que, hasta el momento, su liderazgo verticalista no lo permite. Lo cual implica que revea su situación, puesto que ya no maneja “los fierros del Estado” y el magnetismo que esto genera en dirigentes de todo pelaje. En caso de que no logre, sepa o quiera ampliar la base de sustento convocando a representantes de otros espacios y diferentes sectores para la elaboración de un proyecto de nación más profundo que la consigna que signó a su campaña: “antes estábamos mejor”, su presencia política podría no ser relevante para la reconstrucción del movimiento nacional.
La polarización del escenario político entre nacionalismo y librecambismo, no sólo se deglutió a los partidarios del peronismo blanco, que siendo adeptos del liberalismo fueron desplazados por los principales beneficiarios de esta corriente, la izquierda abstracta también quedó al margen de esta discusión. El ultraizquierdismo no pierde el tiempo en discusiones menores. Su preocupación en la “liberación del proletariado mundial” los llevó a no gravitar en el escenario político real. En Córdoba fueron superados por el incansable militante de la moral García Elorrio, quedando relegados al quinto lugar. Los discípulos de Nahuel Moreno obtuvieron tres puntos cuando en la elección del 2013 habían estado a unos pocos votos de obtener una banca (habían obtenido el 8 por ciento de los votos). A nivel nacional, el bloque del FIT perdió una banca, ya que tenía tres en juego y renovó solo dos.
El nuevo escenario político deja serios interrogantes que se irán disipando con el correr del reloj y las estrategias políticas de los dirigentes antes mencionados en el parlamento. Una de las pocas certezas que deja esta elección es que el electorado no vota oposiciones tibias, de este modo, quedaría trunco el escenario predilecto que desea el establishment, un escenario político monopolizado por Macri y una oposición benévola a sus intereses. El partido único neoliberal nacional no es posible en la Argentina de hoy.