«La clase política de la Argentina no sabe de defensa nacional»*

El diario rosarino La Capital entrevistó a Fernando Ventura, licenciado en Economía, profesor adjunto en Estructura Económica Argentina en la UNR, quien además está especializado en defensa nacional, temática sobre la cual ha publicado numerosas investigaciones periodísticas y academicas.

*Publicado por La Capital el domingo 10 de diciembre del 20017.

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Con la desaparición del ARA «San Juan» en las aguas profundas del Atlántico Sur emergieron preguntas hasta entonces ausentes de una agenda política en general dominada por la urgencia: ¿cuál es el estado de situación de las Fuerzas Armadas?; ¿los problemas se relacionan sólo con el financiamiento?; ¿cuál debe ser el rol de las FFAA ante las amenazas que se plantean en el siglo XXI? Para el economista y especialista en defensa Fernando Ventura, integrante de la Fundación Pueblos del Sur, la crisis del submarino expresa una crisis de la política de defensa que se remonta a la década del 70 y atraviesa a la dictadura militar y los sucesivos gobiernos constitucionales.

En esta entrevista con La Capital, Ventura reivindicó un concepto más amplio de defensa nacional, que incluya a las Fuerzas Armadas pero también a los servicios de inteligencia, la diplomacia y otros dispositivos de comunicación, y planteó la necesidad de fortalecer la Armada y la Fuerza Aérea para recuperar soberanía en el Mar Argentino. Además, criticó una posible utilización de los militares en tareas de seguridad interior como el combate del narcotráfico y cuestionó la construcción de figuras como «el terrorismo mapuche» como enemigos internos.

— A partir de la crisis del submarino ARA «San Juan» se hace hincapié en el desfinanciamiento de las Fuerzas Armadas. ¿Esto es efectivamente así?; ¿qué criterio utilizan para medirlo?

—Claramente están desfinanciadas, muchísimo. Para calcularlo se pasa el presupuesto de Defensa a dólares y se compara con el PBI. Te da 0,8, 1, 1,5 un 2 por ciento o lo que sea. En el presupuesto de Defensa tenés los sueldos y jubilaciones como gran gasto, que en Argentina llega al 80 por ciento o más, y después tenés el resto, que es casi todo funcionamiento: combustible, repuestos, gastos de mantenimiento, vestimenta, comestibles. Hace muchos años que estamos con la misma tecnología, el mismo sistema de armas. Se ha comprado bajo el kirchnerismo y antes también equipamiento no letal. Por ejemplo, algunos helicópteros, el buque «Austral» que compró el Conicet y lo tripula la Armada. Es importante, está dentro de la estructura de Defensa, pero no vas a la guerra con un rompehielos.

—Si bien la investigación de lo que efectivamente sucedió con el submarino está todavía en una etapa muy embrionaria, ¿qué balance traza del manejo político de la cuestión por parte del gobierno?

—Hay un consenso más o menos instalado en los medios especializados de defensa de que debería haber existido una exposición más fuerte del ministro y de los mandos superiores de la Armada. Sin embargo, la salida o no del ministro es un emergente de la clase política respecto de la Defensa Nacional: no saben, no le han dado importancia el tema en años, casi décadas. Tuvieron un evento imprevisto, calamitoso, crítico, que impactó en la población, y como claramente no están imbuidos del tema se perdieron. No hay políticas ni objetivos, van al ministerio a pilotear la cuestión con dos o tres ideas que están dando vuelta hace años.

—¿Cuándo comienza esta crisis?; ¿se pueden identificar distintos períodos desde la restauración democrática?

—Lo complicado viene del 90: Menem, a partir de las relaciones carnales desestructura la industria militar. Después está hay un tema difícil de analizar: los tratados de Madrid con Inglaterra. Hay puntos opacos que no se saben bien de nuestra relación con Gran Bretaña en tema defensa, Malvinas y Atlántico Sur en general. Del 83 al 90 claramente hay una reducción del presupuesto, un choque entre los militares y Alfonsín que todos conocemos: los carapintadas, los juicios a las juntas y el miedo de los oficiales de grado un poco inferior de que los juicios se llevaran puesta a más de la mitad de las FFAA. De hecho, hay analistas que dicen que el 90 por ciento de las fuerzas armadas por acción u omisión sabían algo de la represión ilegal. Eso Alfonsín no lo resolvió del todo: las leyes de Obediencia Debida y Punto Final fueron casi como un impasse al final, no una resolución. De todas maneras, lo de Alfonsín es más o menos entendible; de última, no eliminó los programas militares que estaban dando vueltas, aunque sí bajó mucho el presupuesto. La crisis también viene de antes: en Malvinas hubo un desempeño heroico pero visto desde un punto de vista más racional hubo errores por todos lados. Tenés que ver el tema del partido militar, los golpes de Estado, la doctrina de seguridad nacional: los militares estaban enfocados en la política interna y fueron a un conflicto internacional con una potencia de la Otan, cosa que no se lo imaginaban, y nos embarcó en un problema serio. Estábamos con Gran Bretaña y el tema Malvinas mucho mejor antes de la guerra que después.

—¿Qué sucede en los gobiernos kirchneristas con la política de defensa y la relación con las Fuerzas Armadas?

—Igual o peor, tal vez. Quizás Agustín Rossi trató de remontarla un poco, hasta ahí, y de una manera no muy amigable: pusieron a Milani como comandante en jefe y con más presupuesto y poderes que sus antecesores; pero Rossi y Milani chocaban. Hubo un poco de plata para compras, especialmente en el Ejército, pero la Armada está en un estado crítico total. Si queremos pensar mal, ¿por qué las que están mal y desde hace mucho son la Fuerza Aérea y la Armada? Porque tienen proyección estratégica, y especialmente hacia las fronteras y allende las fronteras.

—A partir del conflicto con las comunidades mapuches desde el Estado se vuelve a hablar de terrorismo. ¿Cree que es sólo una política de construcción de un enemigo interno o se vincula también con una agenda de los países centrales?

—Hasta ahora son cuatro anarquistas haciendo locuras, y además la Gendarmería y los servicios de inteligencia no están midiendo bien el problema. O tal vez Lewis o Benetton apretaron a Macri para que interviniera con todo en el sur, violentando las tomas de tierras. Ya lo de Bariloche se les fue completamente de las manos: ir con el grupo Albatros con bala de plomo a reprimir una ocupación de hectáreas descampadas no se hace en ningún lugar. No se actúa inteligentemente, no hay una política seria, no se miden las consecuencias, no hay gabinetes de crisis. El tema RAM, por ejemplo, un servicio de inteligencia te lo neutraliza rápidamente.

—¿La RAM existe realmente?

— A esta altura ya tengo la duda, pero que tienen contacto con los chilenos, seguro. Son un grupito anarquista que no sé qué entidad tendrá, y que de hecho tiene menos poder de fuego que Los Monos en Rosario. A Los Monos los tratás con la policía de Santa Fe, que tiene una formación más o menos, y del RAM decís que es un ejército que te está invadiendo y que quiere crear un Estado independiente en Neuquén y Río Negro. Ya nos pasó esto con Milagro Sala: supuestamente tenía el ejército de la Túpac Amaru, y no tenía nada. Por ahí existen construcciones de enemigos internos fantasmagóricos supuestamente enormes que en realidad no son nada. Como si dijeras que Grabois de la Cetep está armando un ejército con fusiles para tomar el poder. Es un bluff. Si no te querés sentar a negociar, el problema es de base. Tenés un problema de concepción política.

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