A casi un año de las trabas al biodiésel impuestas por Estados Unidos, los productores locales ven con preocupación las medidas implementadas por el Gobierno nacional. En un contexto económico tensionado por la escasez de dólares, Cambiemos decide aumentar las retenciones al diésel de origen vegetal luego de que, frente al rumor de un aumento de la retención a la soja, los terratenientes manifestaran su rechazo frente a la posibilidad de cambios en las alícuotas a la exportación granaria. De este modo, mediante el Decreto 486/2018 publicado en el Boletín Oficial se incrementa a partir del 1° de julio en ocho puntos el tributo a la exportación de biodiésel, elevando la alícuota del derecho a la exportación al 15%.
Contradicción presidencial: retenciones a un sector que agrega valor
Curiosamente, hace unas pocas semanas atrás, en la conferencia de prensa que el presidente Macri dio en Olivos para intentar transmitir tranquilidad y previsibilidad en el marco de la corrida cambiaria, la devaluación del peso y la vuelta al FMI, criticó duramente a las retenciones como instrumento económico. El Presidente aseveró que este tipo de alícuotas impiden el desarrollo productivo. “Son un impuesto muy nocivo para la economía, ningún país del mundo cobra impuestos a los que exportan. Me sorprende que vuelvo a escuchar como alternativa restablecer retenciones, que ya vimos que no funcionaron”, aseguró. Más allá de que no es cierto que Argentina sea el único país en el mundo que aplica instrumentos de este tipo, llama la atención la contradicción entre los dichos y los hechos. Esta insensatez tira por tierra el objetivo que plantea el Gobierno de hacer un país “previsible”. ¿Cuán confiable puede ser una gestión que tilda de perjudicial a una política que termina impulsando días después?
Cuando en octubre del año pasado EEUU incrementó los aranceles para el diésel argentino aduciendo que era comercializado a precio dumping, los productores locales se quedaron sin el principal mercado y la balanza comercial se perdió negocios por 1.200 millones de dólares. Sin embargo, dado al dictamen de la Organización Mundial de Comercio (OMC) a favor de la Argentina en el litigio con la Unión Europea (que también había protegido su mercado incrementando los aranceles para el combustible argentino a base de soja en el 2012), parte de la producción pudo redirigirse hacia Europa. Ahora, el aumento del derecho de exportación a este combustible renovable sumado a una disminución de la retención de la materia prima (soja) y del aceite de soja, encarece al insumo del biodiésel y le resta ganancias a un sector que agrega valor a un producto agropecuario, dinamiza la economía, genera empleo y divisas genuinas al ser altamente competitivo en el mercado internacional.
Estas acciones para reducir el diferencial entre las retenciones de los dos productos (soja y biodiésel) significan que, frente al proteccionismo yanqui, el Gobierno argentino le da la razón a los argumentos de los norteamericanos de que ese diferencial implica un subsidio al combustible vegetal. Cuando las retenciones diferenciales entre materias primas y productos industrializados no son considerados subsidios. Son, por el contrario, impuestos al producto exportado con fines de recaudación, sin que generen beneficios particulares para la exportación. Así lo considera la OMC en el fallo a favor de la Argentina, cuando la Unión Europea tomó medidas proteccionistas en contra del biodiésel producido en Santa Fe y provincia de Buenos Aires. La pregunta que cabe hacerse es ¿por qué el Gobierno no denuncia el proteccionismo de los Estados Unidos en los tribunales de la OMC, como dijo que haría, teniendo en cuenta el antecedente favorable ante un conflicto de la misma naturaleza con los europeos?
Argentina, subordinada a las reglas comerciales de las potencias occidentales
Es indudable que “la vuelta de la Argentina al mundo” que Cambiemos expone como uno de los logros principales, significa subordinarse a la estrategia económica y a la agenda comercial bilateral de las potencias occidentales. Desde esta noción Argentina desarrolla su política exterior. Esta estrategia arrojó resultados predecibles. De este modo, el déficit comercial con EEUU llegó al récord de USD 8.471 millones, consecuencia de haber destinado más de 66 mil millones de dólares a la importación y de recibir unos 58 millones en concepto de exportaciones al país de Trump. Así, Macri resigna confrontar con los Estados Unidos en la OMC (lo que significaría una victoria segura), para preservar una buena relación y poder exportar algunas manufacturas poco significativas. Como prenda de cambio, Estados Unidos incorporó a la Argentina al Sistema Generalizado de Preferencias (SGP) que implica arancel cero para distintos productos con escaso agregado de valor (mayoritariamente alimentos) que no afectan ningún interés de los granjeros ni industriales estadounidenses.
Haz lo que yo digo, no lo que yo hago
Pese a acusar al Gobierno argentino de comercializar diésel a precio artificial, los norteamericanos subsidian a sus granjeros de modo directo. Hace algunos años, el Congreso de Estados Unidos reactualizó la Ley Agrícola, conocida como Farm Bill, que otorga subsidios por 956 mil millones de dólares para el agro norteamericano. Mediante esta estrategia establecen precios de sustentación, seguros de cosechas, subsidios a las exportaciones y subsidios al consumo interno. Esta ley “autoriza un pago al productor si el promedio del precio de mercado para un año/cosecha es menor que el precio de referencia para cada cultivo, y otro de cobertura a los ingresos (rendimientos y precios), que le garantiza al productor un porcentaje de los ingresos, el cual se puede estimar en función de los ingresos de la finca o en función de los ingresos del condado. Estos programas se complementan con los seguros de cosecha, cuyas primas el Estado subsidia en un 65%”, de acuerdo a un informe técnico del Instituto Interamericano de Cooperación para la Agricultura.
Consecuentemente, siendo EEUU el principal productor de soja del mundo, posee poder de mercado, entonces, al subvencionar la mayoría de los productos agropecuarios en donde son dominantes a escala mundial, presiona los precios internacionales a la baja, afectando a los países que son tomadores de precios, como los latinoamericanos. Con esta estrategia, abarata de un modo artificial a las materias primas que importa y gana competitividad en la exportación de distintas manufacturas. De lo anterior se desprende que las retenciones diferenciales existentes en Argentina, en cuanto instrumento económico para potenciar el agregado de valor de productos agropecuarios, no son una particularidad local.
Pronostican mal 2018 para productores de biodiésel
En efecto, la competitividad de nuestro diésel de origen vegetal se debe a ventajas competitivas varias. Como ya mencionamos en la nota “Las trabas al biodiésel argentino dejan sin reacción al Gobierno”, la cuenca del Paraná combina una serie de variables virtuosas. Algunas de ellas son: la fertilidad de la pampa húmeda para la cosecha de la soja; el cordón industrial de Rosario con capacidad instalada para agregar valor; las rutas fluviales dadas por la red de ríos y el puerto de Rosario, que es el portal hacia el comercio internacional. Es decir, en un territorio concentrado se cosecha, produce y comercializa este biocombustible; ahí radican las ventajas competitivas del combustible producido en Argentina respecto a los de otros países.
A todo esto, los representantes del sector vaticinan que este será un mal año para los productores de biodiesel. El boicot externo y la presión impositiva tendrán efectos negativos en las exportaciones. “Vamos a exportar 600.000 toneladas para Europa en el 2018 y se sumarán un total de 100.000 toneladas a otros destinos. Vamos a tener ventas probablemente hasta septiembre u octubre al mercado europeo”, afirmó Gustavo Idígoras, presidente de la cámara de firmas agroexportadoras CIARA-CEC. Lo cual sería la exportación del combustible de soja más baja en 10 años, de un sector con una capacidad instalada de 2,45 millones de toneladas por año. Con estos cómputos Argentina dejaría de ser el principal exportador de biodiésel a nivel mundial.
Otro sinsentido: Argentina, tercera productora mundial de soja, gasta dólares para importar granos
Producir soja en las tierras más fértiles del mundo con un esquema de quita de retenciones les permite a los grandes terratenientes gozar de una elevada renta diferencial al exportar el grano, sin necesidad de transformar la materia prima. Esta situación, posibilitada por la orientación que Cambiemos le da a la economía, sumada a la baja producción de algunas regiones por factores climáticos, hace que el país deba importar entre 4 y 5 millones de toneladas de soja para ser procesada. Otro sinsentido de la economía de Macri, Argentina (tercer productor mundial de soja) destina dólares para importar granos en el marco de una crisis de financiamiento y de restricción externa.
De este modo, un sector modelo en lo que a industrialización agropecuaria respecta debe sortear los efectos adversos del boicot externo y de una política económica que apunta hacia un esquema de monocultivo que es insustentable. No solo porque la actividad primaria genera poco empleo, sino porque los avances en materia de biología molecular aplicados a la soja permitirán que en poco tiempo se pueda sembrar en regiones hoy impensadas. En consecuencia, la soja perderá valor en poco tiempo y dejará de ser un commoditie redituable. Frente a esta realidad, los estados con previsión se encargan de utilizar sus ventajas competitivas para agregar valor y transformar la producción agraria, desde una planificación centralizada. Quienes no lo hacen están perdiendo grandes oportunidades de cara al porvenir.