A un año de la desaparición en dudosas circunstancias del submarino ARA San Juan, realizamos en la ciudad de Río Cuarto un mural en homenaje a los 44 tripulantes del navío. Desde la comisión Arturo Jauretche organizadora del acto, junto a las diversas instituciones que acompañaron, intentamos combatir el vacío de la indiferencia social y clamamos por búsqueda, verdad y justicia. Pero más allá del merecido homenaje que nos provoca el sacrificio patriótico de los héroes del Ara San Juan, el contexto nos llevan también a formular algunas reflexiones sobre este doloroso hecho.
Localizado el ARA SAN JUAN, obtener imágenes del lugar del Mar en donde se encuentra junto a sus tripulantes tal vez nos permitirá determinar tanto la misión que llevaba como las causas de su hundimiento. Pero esto último no pareció ser de interés alguno para el Gobierno durante el último año. Al punto tal que las autoridades nacionales manifestaron, la semana pasada, a través del ministro Oscar Aguad que producirían un “informe final” sobre la desaparición del navío, dando a entender que culminarían la búsqueda y mostrando sus intenciones de cajonear la investigación. Finalmente el Gobierno debió volver sobre sus pasos y garantizar la continuidad de la búsqueda, debido a la presión social y al malestar de los familiares.
La tragedia dejó al descubierto la calamitosa situación en la cual se encuentra la institución militar. El reciente hallazgo, que esperemos lleve tranquilidad y paz a las familias y amigos de los tripulantes, no debe tapar, ni disimiluar, el estado paupérrimo en que se encuentran nuestras fuerzas. Por tanto nos resulta de importancia reflexionar sobre el valor de disponer de fuerzas militares en el ejercicio de su deber, tal cual lo estipula la constitución.
Al respecto, recordemos en primer lugar, que la única función posible de las Fuerzas Armadas Argentinas (FFAA) de nuestra patria, es prepararse en una estrategia de defensa regional, ya sea para la recuperación de Malvinas, como para el cuidado de los recursos de la región continental Argentina y de los mares. Para cumplir con ello es prerrequisito que nuestras tropas cuenten con formación tanto militar como cívica basada en valores nacionales. Del mismo modo que también es necesario que cuenten con el equipamiento correspondiente, en donde el autoabastecimiento de armamento y tecnología aplicada es un fin estratégico. Es por ello que los países avanzados desarrollan la industria pesada para proveerse fronteras adentro de su territorio nacional de los elementos que les permitan cumplir con su objetivo supremo: proveer a la defensa común.
Cabe destacar la incongruencia/ignorancia de quienes sostienen que nuestro país no tiene hipótesis de conflicto. Afirmación que les permite y permitió a las autoridades desfinanciar a las FFAA. ¿Puede acaso sostenerse semejante afirmación, cuando hoy nuestros territorios australes, se encuentran ocupados por una potencia colonial extranjera que realiza ejercicios militares continuamente pese a la continuidad de nuestra política de indefensión soberana?
Quienes cometen estos torpes atropellos desconocen que todos los países del mundo tienen hipótesis de conflicto. Lo cual no quiere decir que en el horizonte de todos los países existan inminentes conflictos bélicos. En Argentina, bregar por la soberanía teniendo la octava superficie territorial del mundo con una extensa plataforma continental en un mundo lleno de intereses y de peligros implica elementalmente pensar que pueden existir conflictos en el futuro.
Los ingleses, por su parte, a pesar de padecer ellos también de restricciones presupuestarias militares, han incrementado su capacidad disuasiva en las islas. No es que sean irracionales, sino que tan sólo entienden claramente y desde hace siglos que la guerra es parte de la realidad política del mundo y que su suerte en un conflicto no puede quedar meramente librada a la voluntad del enemigo, lo que en 1982 casi lo habían olvidado, pero la irracionalidad de la Junta militar los despertó.
Nada ha modificado la naturaleza de las amenazas posibles a nuestra defensa nacional. El único cambio real es que, sin Guerra Fría, el Pentágono hoy pregona a los países subordinados una reconversión de sus FFAA, sosteniendo la doctrina de que “las nuevas amenazas” solo son el narcotráfico y el terrorismo. Esta estrategia ha llevado desde hace ya más de 30 años, a la idea de la indefensión soberana, mediante la permanente degradación presupuestaria y material de las fuerzas armadas; lo que se ha podido ver, desde la guerra de Malvinas hasta la desaparición del ARA San Juan.
En consecuencia, nuestras fuerzas armadas perdieron su capacidad tanto para afrontar cualquier conflicto convencional, como para cumplir con las funciones que les asigna la Ley de Defensa y la constitución nacional. Sin misiles, blindados modernos, ni aviones de combate y perdiendo buques de alta mar por efecto de las propias decisiones y omisiones soberanas de nuestros gobiernos, nos encontramos en una situación similar a la del desarme de los países que firmaron el Tratado de Versalles después de haber perdido la guerra. Solo que en nuestro caso fue por propia voluntad e incapacidad de los gobiernos democráticos de dar una respuesta certera y nacional en materia de defensa y fuerzas armadas.
El argumento que la debilidad de las FFAA garantizaría su subordinación al orden constitucional, equivale hoy a reconocer la impotencia de la política y a justificar el desguace neoliberal del Estado, y a un irracional –frente a la actual situación internacional- antimilitarismo suicida que lleva al desarme voluntario y unilateral, y a la más absoluta indefensión soberana, que sólo es propia de una dirigencia ajena a los intereses nacionales, como la que hoy dirige nuestro país.
Hoy, el gobierno de Macri, sólo anuncia meras compras de material con una única finalidad: darle a nuestras FFAA un perfil centroamericano. Es decir, sin el armamento pesado y avanzado que exige la disuasión frente a un posible conflicto convencional con otro Estado. Esta dirigencia (en forma convergente con la doctrina del Pentágono) ha pretendido modificar por un mero decreto, la Ley de Defensa asignando funciones al Ejército, la Armada y la Fuerza Aérea, que por ley les corresponden a la Prefectura y a la Gendarmería, lo que implica un claro intento de indefensión soberana, mediante el deterioro de esas fuerzas.
De tal modo, el Gobierno apunta sólo a afrontar el fatal aumento de la conflictividad social ante sus políticas económicas y sociales insatisfactorias, asignando un nuevo rol a las fuerzas armadas en la represión interna. Así, convierten a las FFAA en una mera policía militarizada orientada a la seguridad interior, lo que es manifiestamente incompatible con la defensa del interés nacional y la integridad territorial del Estado argentino.
Como si ello fuera poco, deben agregarse las versiones sobre la relocalización y fusión de bases militares, la venta de terrenos e instalaciones militares para negocios inmobiliarios o el uso de bases para aerolíneas extranjeras. Estas decisiones se encuadran en la concepción ideológica que el gobierno de Macri tiene del mundo y de nuestro país, es decir, una mera colonia de intereses transnacionales y una base de operaciones del capital financiero. Por ello, la redefinición de las funciones de las FFAA es claramente el correlato geoestratégico en el campo militar de la subordinación económica al capital financiero global.
Pero en este análisis, no podemos soslayar, la preocupante constatación de que, pese a las condiciones de la Argentina y el mundo de hoy, el propio peronismo se ha ido desinteresando de una política de defensa nacional –y por lo tanto, sobre el papel de las FFAA– sólida, debatida y asumida por el conjunto. Esto es particularmente grave en un movimiento cuyo conductor, el Teniente General Juan Domingo Perón, fue un militar de notoria erudición estratégica e histórica, que supo cimentar la fortaleza de su movimiento en la alianza entre la institución militar y las mayorías populares.
Durante más de 40 años se ha hecho hincapié, casi hasta el agotamiento, en la teoría de que lo que solamente estos hombres militares, necesitaban, eran lecciones de derechos humanos y reconocimiento y subordinación a las autoridades civiles democráticamente electas. Como si los uniformados fuesen algún tipo de extraña civilización ajena a la sociedad argentina, y como corolario de ello, y a lo largo de estos 40 años, las FFAA sufrieron un proceso de empobrecimiento y desarme. En efecto, su rol se diluye en un proceso de degradación y obsolescencia, careciendo en general de un claro objetivo estratégico.
No debe olvidarse al respecto, que ni el General San Martín, padre de la patria; o Enrique Mosconi, militar e ingeniero determinante para el desarrollo de YPF; ni Manuel Savio, otro ingeniero y militar que contribuyó a la proliferación de la industria nacional; ni el General Juan Domingo Perón; ni Julio Argentino Roca, que incorporó a la Patagonia y federalizó a Buenos Aires, hubieran sido posibles en nuestra historia sin otorgarle a las FFAA un rol estratégico en el rumbo hacia la soberanía, la independencia y la justicia social.
Una excelente nota. Publicada al filo del anuncio de confirmación del hallazgo de los restos del sumergible, naufragado por causas que falta determinar, y cuya dilucidación exige que se saquen a flote los restos. Y que, redactada obviamente antes de eso, no pierde actualidad por ese hecho (que generalmente asesina a cualquier nota periodística por ancianidad súbita). Eso se debe, en mi opinión, a que su contenido engloba el trágico incidente del mar austral y nos pone ante la disyuntiva más importante que enfrentará la Argentina en los próximos años en un mundo cada vez más tenso y peligroso.