Hace exactamente dos años, después de un 2016 de fuerte recesión tras la impresionante escalada del dólar que acompañó los primeros meses de gestión de Mauricio Macri y su consecuente reflejo inflacionario, Comercio y Justicia alertaba sobre el impacto de esa realidad en la actividad farmacéutica. La primera recesión de la actual administración se llevaba puestas un promedio de 3 farmacias cada mes en la provincia de Córdoba, según datos del Colegio de Farmacéuticos de la provincia.
Hoy, aquel drama visto en perspectiva no era tan grave, comparado con la catástrofe que vive hoy este sector de la actividad profesional y comercial. “Durante 2018 cerraron en la provincia de Córdoba cada mes un promedio de 6 farmacias. Y el dato aún más preocupante es que son farmacias de barrios alejados del centro, farmacias de pueblos o de comunas donde la farmacia es un centro de salud, probablemente el único que tenía una comunidad a mano y hoy no lo tiene más”, afirma Georgina Giraldi, vicepresidenta del Colegio que agrupa a estos profesionales.
Efectivamente, “están muy complicadas las farmacias”, admiten en la institución, que releva periódicamente la situación entre sus más de 500 comercios asociados.
“Hemos facturado 30% en moneda corriente, respecto de 2017, cuando la inflación rozó cerca del 50%. Quiere decir que quedamos 20% por debajo, en una situación donde todos los otros costos treparon al mismo ritmo de la inflación o más. Sólo ese dato da una idea del por qué de los cierres”, explica Giraldi.
Sin embargo, otros datos revelan aspectos igualmente preocupantes sobre ya no sólo el destino de emprendimientos profesionales, sino de la salud pública en tiempos de híperrecesión y por supuesto, de las personas que la requieren porque simplemente, en ello les va la vida.
“El precio de los medicamentos aumentó en enero 6%, contra una inflación de 3%. Es una realidad ya conocida: durante 2018 la inflación fue de 47%, pero los medicamentos subieron 66,5%”, detalla la directiva colegial de los farmacéuticos.
“En unidades, se vendieron 5% menos medicamentos en 2018 que durante el año precedente”, afirma. La tendencia se profundiza con el correr de los meses de parálisis económica y “eso preocupa, porque la gente cambia su conducta con respecto a la compra de remedios: de un modo u otro trata de no comprarlos, de no gastar”, asegura Georgina Giraldi.
“Si una persona llega con tres recetas a la farmacia, con dos medicamentos prescriptos en cada una, no lleva los seis. Hoy la gente decide, evalúa cuál comprar y cuál no comprar. Entonces quedan sin llevar antiinflamatorios por ejemplo, o medicamentos contra la osteoporosis, contra el colesterol, complejos vitamínicos, para que les alcance para otros que sí consideran vitales”, explica. “De este modo, cambian tratamientos y lo hacen sin consulta médica”, lo cual puede acarrear graves consecuencias para su salud.
Pero como el infierno del Dante, el abismo muestra con la persistencia de la crisis otras profundidades. “Piden remedios fraccionados, cuando los que vienen recetados no se pueden fraccionar. Entonces van a lugares adonde consiguen fraccionados vencidos, o adulterados, remedios falsificados de origen y responsabilidad desconocida”, revela una de las principales directivas del Colegio de Farmacéuticos de la provincia de Córdoba.
Seis farmacias por mes
Después de la primera recesión de la era Macri, cerraban 3 farmacias por mes en Córdoba. Luego, subía a 4 o 5 cierres mensuales. Hoy, un promedio de 6 comercios cierran sus puertas cada mes. Son las farmacias de pueblos o de barrios alejados del centro. Con esto, comunidades enteras se quedan sin centro de salud cercano. Y ganan espacio los especuladores de la salud.
Cómo sortear la crisis. De farmacéuticos a expertos en marketing
En el sector impacta la recesión general y el desplome del consumo, al punto que los recortes en horas trabajadas, en planta de personal y hasta en cierres de farmacias son permanentes en todo el país y en Córdoba en particular, desde hace tres años al menos. Cuando no es la crisis económica, impactan los cambios en las coberturas del Pami, la mayor obra social del país.
Hace un año, la organización farmacéutica advertía el aumento en la cantidad de comercios que dejaban de funcionar: “Tenemos un promedio de 4 ó 5 cierres de farmacias por mes en Córdoba. Muchas siguen adelante, pero cortan servicios a Pami, reestructuran los locales, los mudan, reducen personal o incorporan otros rubros”.
En la crisis, los profesionales de la salud se convierten en expertos del marketing, con el objetivo de apuntalar el negocio.
El Colegio no tiene cifras sobre cómo impactó este contexto en el personal ocupado, “pero todas las semanas escuchamos testimonios: donde trabajaba el dueño y dos dependientes, hoy tenés sólo un empleado. Donde un ayudante estaba 8 horas, hoy lo hace 4. Trabajamos más pero ganamos menos”, sintetizan.
Un sector que está golpeado por la situación que cruza al comercio en general -desplome de las ventas, alza de los salarios, aumentos de los alquileres- pero que a diferencia de otros, trabaja en un contexto de precios altamente regulados. Regulados por la histórica lucha entre los fijadores de precio, los laboratorios, y el agente de la redistribución, el estado. Un estado que desde la asunción del Gobierno nacional en diciembre de 2015, se retiró del control de precios dejando a los lobos sueltos en medio del gallinero.