1. El gobierno de Macri y los núcleos de poder económico concentrado a los que ha representado en estos años, con el auxilio de “la misión” del FMI, están usando todos los medios que tienen en su poder para anular los efectos del triunfo popular del 11 de agosto, y golpear desde ya al futuro gobierno de Alberto Fernández. Es nuestra intención colaborar en la tarea de que los argentinos lo adviertan, aun aquellos que votaron por Macri: el “golpe de mercado”, o acto final del ciclo actual de escandaloso vaciamiento perpetrado contra la Argentina, estaba en marcha, con idas y vueltas, desde la última devaluación del día 12, que el propio gobierno alentó o facilitó (para castigarnos y culpabilizarnos), en lugar de sancionar a la especulación financiera, como hubiese hecho un poder político que no estuviese directamente a su servicio.
2. Ese núcleo perverso del poder especulativo (en el cual el presidente, sus funcionarios y amigos, son jueces y parte) se propone lograr que Alberto Fernández declare que gobernará como si fuese Macri. “Aquí, señores, no ha pasado nada”, es su consigna. Todo “debe” seguir igual: los bancos, los fondos especulativos del capital internacional y local, los monopolios que proveen petróleo y electricidad, los pulpos que manejan la exportación de granos, los “dueños del país” –única gente que tiene importancia, en “el país de mierda, de esos tipos de mierda que son los argentinos”, esa es su opinión, aunque por obvias razones nos doren la píldora–no tienen razones para ceder nada; menos aun para allanarse frente al derecho del pueblo a votar, sin obedecer las sugestiones de Durán Barba, creer en los discursos de Alí Baba, sucumbir ante Heidi y confiar en la ética de unos grandes ladrones, que no usan bolsos ni visitan conventos, pero transfieren lo mal habido a un paraíso fiscal.
3. Alberto Fernández y el Frente de Todos se niegan a “cogobernar” o, para usar las palabras con su exacto sentido, a transformarse en cómplices del virrey Macri, mero agente del FMI. Una sobria declaración del candidato votado por los argentinos, en la cual se reitera lo señalado mil veces en la campaña electoral –la responsabilidad compartida del gobierno de Macri y el FMI en la gestión del crédito y el uso del mismo para financiar la fuga de capitales, numéricamente verificable, sin la menor obra que ayude al país– es usada por Macri y secuaces para decir que la oposición generó la crisis y, por qué no, ahora, el nuevo default, llamado “reperfilamiento”, ignorando que Lacunza fracasó anteayer en el último intento de refinanciar deuda, que no encontró interesados, porque “los mercados” creen que es hora de huir, con la bolsa llena.
4. Esta situación desastrosa, padecida particularmente por los más desamparados, no ha generado medidas de fuerza, que “perturben la paz”, si omitimos la gigantesca marcha de anteayer, que fue pacífica. Algunos compañeros del campo popular creen que existe un “exceso de moderación” y hasta un abandono de la tarea permanente de “ganar la calle”. Creemos que en este caso es un error. La lucha popular es hoy muy compleja. Hemos ganado una gran batalla, el 11 de agosto. Es necesario no olvidar que, desde fines del 2015 hasta las pasadas elecciones, es el primer triunfo electoral del pueblo argentino; que somos una mayoría aún frágil; que en cierto modo, le hemos ganado a “la grieta” fogoneada por el poder. Pero ese logro debe consolidarse, antes de avanzar. A nuestro juicio, el triunfo popular tiene algo de aquello de “aprender a golpes” y bastante menos de “adquirir conciencia” respecto al carácter del actual gobierno y el rol que juegan los intereses en danza. En tal sentido, debemos promover un amplio debate, para lograr que la tragedia que vive nuestro pueblo nos esclarezca a todos sobre las causas de fondo de las crónicas decepciones que ha padecido en las últimas décadas de la vida nacional.
5. Sea cual sea el desenlace final del caos provocado por la gestión de Macri, la tarea principal del próximo gobierno de Alberto Fernández será enfrentar en una dura negociación al capital usurario que sometió a la Argentina, auxiliada por una elite irresponsable y antinacional (el gobierno dice que “escuchó” el mensaje del 11 de agosto, pero en este momento muestra su voluntad, más clara que nunca, de defender a los acreedores contra el país y su población, sin exceptuar siquiera a las clase propietarias ligadas a la producción, que carecieron de mercado para vender sus productos y, si lograron sobrevivir, lo hicieron sin contar con el apoyo del Estado y del auxilio financiero que toda empresa requiere para operar. Y esta es una lección clara: el derecho de propiedad, intocable si se trata del capital extranjero y el stablisment local, es atropellado sin ningún pudor cuando se trata del salario de las clases trabajadoras, de la jubilación de los ancianos, o de la sustentabilidad de una empresa pequeña o mediana, inmolada hoy, en el altar de la usura. En ese marco –la renegociación de la deuda con la especulación internacional y el FMI será una condición para que el futuro gobierno pueda sacar al país de la crisis y volver a la senda de la producción y el trabajo– la unidad nacional, para sostener la lucha contra el ahogo financiero, es una imposición del actual momento, que sugiere considerar al capital financiero internacional y sus defensores internos como el enemigo principal de la patria y el pueblo, subordinando lo demás a ese desafío , que ya hemos vivido, en el primer gobierno de Néstor Kirchner.
6. Esa consideración no implica ignorar que la tarea imperiosa de recuperar el país debe abordarse como premisa necesaria, y punto de partida, para desarrollar un programa de liberación nacional, con amplia participación de los sectores comprometidos con la producción, el trabajo, el comercio argentino, la investigación y la ciencia, que asegure al país un largo ciclo de desarrollo integral, sin por eso desconocer la globalización actual. Es que se trata de “integrarnos” al mundo partiendo de la defensa del interés nacional, como hacen los países que nos sugiere como modelo la elite local, sin decir que lograron ser exitosos justamente por contar con una clase dirigente que privilegia lo nacional y lo defiende, como propio, frente a las voraces fuerzas que se disputan el planeta. En el contexto caracterizado por la explotación de la periferia, por parte de las naciones “avanzadas” del mundo, sólo podremos eludir un destino semicolonial con voluntad patriótica, reservando los sentimientos de solidaridad humana para tratar con nuestros pares, países hermanos de América Latina y pueblos que sufren la explotación extranjera.