Córdoba y el Conurbano: claves para comprender el resultado electoral/Iniciativa Política

Algunas consideraciones sobre la pasada elección nacional ¿Cómo votaron los municipios del interior de la Provincia de Buenos Aires fuertemente vinculados con la actividad agropecuaria? ¿Es cierto que las provincias más pudientes apoyaron la reelección de Macri? ¿En el Gran Buenos Aires solo hay pobres y clientelismo político? ¿Por qué Córdoba fue la provincia más amarilla del país?

Tras el triunfo del Frente de Todos en las urnas que significó el final de Cambiemos al mando de los destinos del país y del fracaso de su modelo económico, distintas consideraciones se esparcieron en los medios sentando explicaciones sobre lo ocurrido en el acto electoral. Explicaciones imprecisas, simplistas, parciales o directamente falaces, por cierto.

El escrutinio definitivo sentenció que Alberto Fernández se impuso con el 48,24% de los votos, superando por ocho puntos porcentuales a la fórmula Macri-Pichetto. Prácticamente las mismas cifras que arrojó el escrutinio provisorio. Frente a ello, la prensa que blindó a la gestión de Cambiemos e hizo campaña por Macri, por momentos explícitamente, se focalizó en la remontada de Juntos Por el Cambio respecto a las PASO e instalaron en la opinión pública que existe una relación entre el lugar que ocupa el votante en la producción de bienes y su preferencia electoral. De modo tal que las provincias “productivas”, las del centro del país, sugiere la enmarañada explicación, apoyaron la reelección del ex dirigente de Boca Juniors; mientras que allí en donde el empleo público y las asignaciones son el principal ingreso de la población tuvo más acogida Alberto Fernández, señalan.

Más allá de que es un absurdo pensar que la actual gestión de gobierno representa a la producción (en casi cuatro años cerraron 20 mil empresas; afectadas por la menor demanda interna, el aumento del costo financiero y la falta de previsibilidad para hacer negocios, según la consultora Radar), el supuesto de que la Argentina trabajadora elige a Macri y la que no lo rechaza, tampoco se corresponde con el modo en que se distribuyen los votos a lo largo y ancho del territorio nacional. Pues la Provincia de Buenos Aires, en donde el Frente de Todos le sacó a su oponente más de un millón y medio de votos, explica más del 30% del PBI nacional, siendo el Producto Bruto Geográfico más importante.

Vale aclarar que el mayor entramado productivo industrial del país se encuentra en la provincia de Buenos Aires, dentro del cual podemos destacar: la industria alimenticia y la molinera, la fabricación de productos químicos, las factorías metalmecánicas, el complejo automotriz y la refinanciación del petróleo. La industria manufacturera aporta el 30% del valor agregado total de la provincia y explica el 26% del empleo privado formal. Mientras que el sector agropecuario aporta casi el 10% del producto provincial y emplea al 3,9% de los trabajadores en blanco de toda la provincia. Otro dato que marca la importancia de esta provincia para la economía nacional tiene que ver con la generación de divisas; las exportaciones de Buenos Aires significaron el 34% del total exportado por el país en el año 2012, en donde hubo un fuerte componente de manufacturas de origen industrial (significaron el 52% del total).

Pasando en limpio, más de la mitad de los autos patentados en el país se producen en esa provincia, principalmente en los partidos de: Tigre, Tres de Febrero, La Matanza y Zárate; más del 60 por ciento del petróleo procesado en el país se destila en La Plata y Avellaneda; el 60% de la producción de láminas de acero se produce en La Matanza, San Nicolás, General San Martín, entre otros territorios bonaerenses; del mismo modo , La Matanza, Berazategui, Moreno, Quilmes, San Isidro y otros partidos del interior de la provincia explican más del 60% del papel producido en todo el territorio nacional.

Es innegable el aporte de La Matanza al triunfo de Alberto Fernández en la provincia de Buenos Aires y en todo el país, por dos motivos: porque es el partido con mayor densidad poblacional de la Argentina, y porque el Frente de Todos sacó allí más del 64% de los votos. También es insoslayable el aporte de los matanceros al PBI geográfico del corazón productivo del país, puesto que en este municipio del Gran Buenos Aires se realizan casi todas las actividades que dan forma a la estructura económica provincial, como por ejemplo: molienda de trigo, faena de aves y de bovinos, laminados de acero, industria automotriz y fabricación de papel, principalmente. Ergo, la premisa de los medios oficialistas de que el apoyo a Macri significó un voto a la producción, el trabajo y el esfuerzo, no se ajusta a la realidad.

Del mismo modo, es objetivamente falso afirmar que los municipios del conurbano con mayor pobreza apostaran por los Fernández, frente al rechazo de los más pudientes. Si hacemos un cruzamiento entre los seis municipios con menor porcentaje poblacional con necesidades básicas insatisfechas y los resultados de la última elección vemos que el resultado es repartido. Mientras que Juntos Por el Cambio ganó en Lanús, San Isidro y Vicente López (triunfos ajustados, vale señalar); los Fernández lo hicieron en Ituzaingó, Morón y Tres de Febrero, siendo este último un clásico distrito de configuración de clase media. De hecho, en Tres de Febrero se evidenció un corte de boleta importante a favor del intendente de Juntos Por el Cambio, que obtuvo un 10% más de votos que el mismo Macri. A la inversa ocurrió en Coronel Suarez, en donde el peronismo volvió a la intendencia, mientras que para presidente se impuso Macri por menos de un punto porcentual. Así mismo, en otro partido del interior bonaerense típicamente agropecuario que detenta un bajo porcentaje de población bajo la línea de la pobreza como es Guaminí se impuso el frente nacional, al igual que en Tres Arroyos, Daireaux, por mencionar algunos municipios agropecuarios del interior bonaerense.

Si sacamos el foco de la provincia más poblada de la Argentina y analizamos el voto en todo el país vemos que tampoco se confirma la hipótesis difundida por los medios de mayor alcance. Nuevamente, si relacionamos el mapa de distribución de la pobreza con los resultados que arrojó la elección, no encontramos ninguna tendencia que nos permita afirmar que existe una preferencia política de acuerdo a la ubicación que ocupa el ciudadano/votante en la estructura económica. El último informe del Indec sobre pobreza da cuenta que las provincias con más porcentaje de la población por debajo de la línea de pobreza son las del Noroeste y el Noreste, región en la cual el Frente de Todos se impuso holgadamente. Sin embargo, también lo hizo en la Patagonia que es la región con menos pobres del país. Por otro lado, en la región Pampeana o zona Centro, exceptuando a la Provincia de Buenos Aires, Macri se impuso en la CABA, Santa Fe, Córdoba, San Luis y Mendoza; salvo en la capital federal y en la provincia mediterránea, en donde la diferencia fue abrumadora, en el resto la ventaja fue exigua.

Profundizando el análisis entre necesidades básicas insatisfechas y preferencia de candidatos, advertimos que de las cinco ciudades y conglomerados urbanos más pobres del país según Indec en su último informe (Santiago del Estero, Concordia, Gran San Juan, Gran Córdoba y Corrientes), Alberto Fernández se impuso en cuatro, mientras que Juntos por el Cambio le sacó una amplia ventaja en el Gran Córdoba. Por otro lado, si analizamos el desempeño electoral en las ciudades con menos pobreza de la Argentina (Ciudad de Buenos Aires, Comodoro Rivadavia, Ushuaia, Río Gallegos y Bahía Blanca) vemos que el ex Jefe de Gabinete de Néstor Kirchner se impuso en tres de las cinco. Tampoco aquí se advierte una tendencia marcada que nos permita aseverar que la población con mejores ingresos vota una cosa y los más pobres otra. Más bien, lo que arroja el escrutinio definitivo es un triunfo de Alberto Fernández en gran parte del territorio nacional, independientemente de las características socioeconómicas de las regiones y provincias.

Consecuentemente, no existe tal cosa como un votante identificado con el trabajo y la moral del esfuerzo que opta por Cambiemos y otro que vive de lo que otros producen o, sin eufemismos, que vive de lo ajeno que se siente representado por Alberto Fernández/el kirchnersimo/el peronismo, como se ha instalado en el sentido común reaccionario. Afirmar lo contrario no se corresponde con un análisis objetivo de la realidad, más bien deriva de una construcción mediática que opera sobre el desconocimiento que las mayorías tienen respecto al vasto territorio nacional y las múltiples realidades que lo habitan. Esta inoculación de odio que permea en los estratos medios e inclusive en los sectores populares poco organizados social y políticamente responde al interés de grupos específicos y minoritarios, principalmente de trasnacionales que encuentran en el fortalecimiento del Estado una barrera a sus lógicas de acumulación y, en efecto, sacan provecho de la confusión generalizada.

Es preciso señalarlo, ya que afirmaciones de este tipo son aceptadas sin reparos por la población más “alienada” y sus efectos se advierten, por ejemplo, en la campaña hilarante post elección de crear la “Argentina del Centro” con aquellas provincias en donde ganó el engaño. Inclusive, en este raid de inestabilidad que atraviesa al sur del continente y de experiencias concretas de golpe de Estado y de desobediencia civil frente a resultados electorales, las conclusiones que los medios difundieron respecto al acto electoral del domingo 27 de octubre le hacen un flaco favor a la democracia y al próximo gobierno electo, que deberá lidiar con una economía diezmada y con la instalación mediática de que fue elegido por pobres llevados a votar mediante aparatos clientelares y prebendas. Afirmación que esmerila la legitimidad de cualquier gobierno.

Schiaretti, el enemigo de la unidad nacional

Seguramente, el color amarillo que tomó la región centro (Pampeana) del mapa responde a varios motivos. El hecho de que estas provincias han sido tan refractarias a los gobiernos kirchneristas, tanto como el kircherismo lo fue con ellas en su estrategia política de acumulación, probablemente haya sido un factor, pero no el único. Tampoco es casual el resultado allí teniendo en cuenta que el presidente intensificó la campaña a la vieja usanza, más cerca de la gente que de la big data, en Córdoba, Santa Fe, San Luis y Mendoza.

Especial mención merece nuestra provincia, que le aportó al “operativo reelección” la suma de 1.394.104 votos. Fue aquí en donde Macri obtuvo la mejor performance electoral, cosechando más adeptos que en el artificio autónomo, el bastión macrista, el autogobierno que el peronismo le concedió al radicalismo en la reforma constitucional de 1994 y que perdieron frente a la consolidación del Pro, una oferta tan tilinga como la UCR alvearizada pero menos vinculada con las crisis económicas y la incapacidad para gobernar… hasta hoy.

En la CABA, Juntos Por el Cambio sacó el 52% de los votos, mientras que en la provincia mediterránea el apoyo fue de 61%. Este triunfo arrollador le permitió a la alianza Cambiemos (que no goza de buena salud) obtener 6 diputados por Córdoba de 9 en juego. Ni al más despistado se le escapa la contribución de la conducción del peronismo cordobés a semejante triunfo. El peronismo cordobés presenta particularidades que lo diferencian del resto de los peronismos provinciales que optaron por contribuir a un frente nacional para derrotar al neoliberalismo y poner a la Argentina de pié. Pues Schiaretti optó por “provincializar” la elección y sostuvo frente a la prensa que el espacio que el conduce “no tiene lealtad partidaria nacional, sólo lealtad con los cordobeses”. Así, entregó el segundo distrito más importante del padrón electoral (8,68% del total) a las fuerzas antinacionales.

Indudablemente, el apoyo de un gobernador que fue reelecto con el 57% de los votos hubiera contribuido a mejorar la cosecha del Frente de Todos en Córdoba. No obstante, era poco probable ese apoyo. Desde este mismo portal habíamos manifestado nuestro desacuerdo a la estrategia del Instituto Patria de bajar la candidatura de Pablo Carro para la gobernación a modo de “gesto” hacia el gobernador Schiaretti. Advertíamos en ese momento que el ex hombre de Fiat en Brasil era orgánico al neoliberalismo, que el peronismo mediterráneo, bajo hegemonía neoliberal, había perdido su esencia plebeya, transgresora e insolente y que había pasado a representar el sistema de intereses del establishment económico. Ergo, tal “gesto” no tendría la respuesta que pretendían.

Durante la gestión de Cambiemos cayó el consumo interno cordobés y el comercio minorista suma veintiún meses consecutivos con evolución negativa neta, según la Cámara de Comercio de Córdoba; los dólares generados desde el territorio cordobés están muy por debajo del promedio de las exportaciones locales durante los últimos cuatro años del gobierno anterior, con una reprimarización de los despachos al exterior; el desempleo aumentó, al igual que la pobreza; en octubre volvió a caer la recaudación tributaria y acumula 16 meses en rojo, consecuencia de la crisis económica; la desregulación cambiaria y las sucesivas devaluaciones aumentaron el stock de deuda llevando a la provincia al borde del default. La evidencia empírica muestra que le sobraban motivos al gobernador para oponerse a la reelección de un gobierno que solo trajo consecuencias calamitosas para Córdoba y el país. No hacerlo evidencia que mantuvo con Macri una alianza política y económica. El presidente allanó la reelección de Schiaretti al dividir a Cambiemos en la provincia, y el gobernador obturó la alianza del peronismo cordobés con el gran frente opositor nacional para garantizar un amplio triunfo amarillo.

Antes de las elecciones provinciales de mayo afirmábamos que el peronismo local había sido hegemonizado por una élite antinacional y que, en efecto, representaba los intereses de los “agroexportadores y las corporaciones transnacionales que financian y orientan a la Fundación Mediterránea”. Antes de que el gobernador asumiera públicamente su prescindencia de la elección nacional y aportara indirectamente para la continuidad del macrismo, sosteníamos:

Esa base electoral, conservadora, antinacional, es decisiva para sostener en el poder a la alianza que hoy se llama Hacemos Por Córdoba. Es frecuente, en nuestra provincia y mucho más fuera de ella, no advertir esto, clave para entender por qué causas es tan firme en su política antinacional el PJ cordobés. El comprensible deseo de la militancia peronista que quiere recuperarlo para la causa nacional debe asumir, por consiguiente, que lograrlo requiere desalojarlo del poder, desatar una crisis dentro de sus filas y recomponer sus relaciones con la base obrera y popular que lo sostenía en otras épocas. Su caso es atípico en el país, dentro del cuadro de los problemas que sufre el movimiento fundado por el General Perón”.

El tiempo nos dio la razón.

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