Covid19, la mercantilización de la salud fagocita los sistemas sanitarios/Laura Gastaldi

La propagación del coronavirus no cesa y se transformó en una amenaza para el mundo entero globalizado. ¿Por qué esta pandemia “tomó por sorpresa” a los sistemas sanitarios de todo el mundo?, ¿qué esperar del desarrollo del Covid19 en China (donde se registraron los primeros casos) y el resto del mundo?, ¿a qué obedece el colapso del sistema de salud en gran parte de Europa y el mundo?

“Es inevitable que se declare una nueva pandemia de gripe. En este mundo interconectado, ya se dan las condiciones para que se inicie el próximo brote mundial, que es solo cuestión de tiempo y tendrá consecuencias de amplio alcance. Una pandemia grave podría provocar millones de muertes y costar más del 1% del PIB mundial.” Esto decía la OMS en sus comunicados de alerta allá por el 2018.

Sumado a las experiencias de dos epidemias graves por coronavirus nuevos, en 2003 y 2013, que lograron ser contenidas pero que encendieron las alarmas de toda la comunidad científica de posibles nuevos brotes de zoonosis por virus emergentes, con importante despliegue de estudios de laboratorio y epidemiológicos.

Con las predicciones a cuestas, a fines de 2019 en Wuhan, se abrió la caja de Pandora. ¿Por qué este nuevo demonio se fue de control y pone en jaque no solo a todos los Sistemas Sanitarios, sino a la economía mundial?

La respuesta no debe ser simple, y aún estamos aterrorizados y expectantes en saber cómo quedara configurado el mundo cuando pase el huracán, o al menos cuando el viento sople con menos fuerza.

Al momento de escribir estas reflexiones, quedan pocas dudas en la comunidad científica, sobre la evolución que tendría este flagelo sin ningún tipo de intervención para frenarlo. Con una tasa de contagio (Ro) entre 2.2 y 3.5 (I) y la totalidad de la población susceptible de ser infectada (al ser un virus nuevo no poseemos ningún tipo de defensas previas), la epidemia librada a su suerte recién remitiría una vez que el 50% de la población fuese expuesta al virus, dejando el tendal estimativo de entre 0.5 y 1% de la población mundial muerta en pocos meses (II). Números muy superficiales, porque en rigor de verdad, todavía se conoce poco, y los datos sobre letalidad y mortalidad que vamos observando son muy sesgados a las diferencias en las detecciones de los casos implementadas por los distintos países, y a la medidas y respuestas que adoptan para contenerlos y para brindar atención sanitaria (y de esa manera achicar el número de muertes evitables). Recién con el tiempo, haciendo estudios de huellas serológicas en la población, vamos a contar con números reales.

Lo cierto es que prácticamente todos los países, algunos más temprano y otros más tarde, están llevando a cabo acciones para detenerlo y el mundo entero está sufriendo una recesión económica sin precedentes. El capitalismo senil es tan frágil, que ya no solo se rompen las burbujas especulativas por propia implosión interna, sino que un factor externo, una pandemia, puede hacerlo explotar.

¿Y que pasa con los sistemas de salud? ¿Por qué si estábamos prevenidos por la comunidad científica sobre la probabilidad de este tipo de virus emergentes, no se actuó en consecuencia?

Históricamente la humanidad ha luchado contra epidemias y fue desarrollando acciones para lidiar con patógenos y problemas que afectaban la salud de los pueblos y comunidades. Pero es recién con la llegada del capitalismo, y el desarrollo científico y tecnológico que el mismo trajo aparejado, que se pudieron controlar muchas enfermedades y prolongar la esperanza de vida al nacer al doble que hace poco más de medio siglo.

Los sistemas sanitarios se comienzan a organizar con el surgimiento de los Estados-Nación coloniales en el siglo XIX, en respuesta a una necesidad de la producción a gran escala. Los Estados burgueses, controlados y al servicio de la nueva clase dominante, fueron conformando un sistema de atención sanitaria que le garantizaba a los dueños de las fábricas, la vida de sus obreros.

Esto se fue perfeccionando y alcanzó su auge luego de la segunda guerra mundial, con el mundo bipolar y la necesidad de occidente de sostener un sistema que contenga a toda la población en oposición a la amenaza de la Rusia comunista. Y así surge en 1948 el NHY inglés, ejemplo para el mundo de cobertura universal y gratuita, y con diversos matices, toda Europa se sumó a la ostentación de los mejores sistemas sanitarios del mundo, con acceso de toda la población a las nuevas tecnologías sanitarias.

Del otro lado del océano, por el año 46, incluso antes que en el viejo continente, el peronismo desarrolla en nuestro país un esquema innovador para dar cobertura sanitaria al nuevo país industrial y autónomo que surgía. No solo brindaba atención universal, sino que además puso énfasis en la medicina preventiva, algo inédito en el mundo de entonces, y en el desarrollo nacional de tecnología y medicamentos.

Pero la evolución tortuosa y deforme hacia el capitalismo financiero, también trascendió a los servicios sanitarios de gran parte del mundo occidental. Para el neoliberalismo luego de la caída del muro, la sanidad pasó a ser un “gasto” para los Estados y un muy jugoso negocio para la industria farmacéutica y tecnológica. La salud de los pueblos, dejó de ser una necesidad inherente al sistema para que pueda mantener su producción, pasando a ser un producto más de mercantilización y ganancias. La innovación tecnológica y el desarrollo de medicamentos pasaron a estar en manos de laboratorios multinacionales, o en su defecto, los países desarrollados la ponen al servicio de los mismos, redirigiendo el gasto en salud hacia el consumo, muchas veces innecesario, de medicamentos y tecnología, y desplazando la financiación de la medicina preventiva. Si a esto le sumamos el agravante de haber aumentado enormemente la brecha de inequidades sanitarias entre quienes pueden acceder a los mismos y quiénes no, el coctel se torna explosivo.

Aún con resistencias, se instalaron a lo largo y a lo ancho del mundo occidental, los seguros médicos privados, sistemas de financiación paralelos (con intereses en el mundo bursátil) que solo buscan rentabilidad a cambio de prestaciones básicas y que fueron desplazando al Estado como proveedor y garante de la salud pública. La salud pasa a ser un privilegio de quienes la pueden comprar, rehenes a su vez de una medicalización innecesaria y cautivos de espejitos de colores como el “privilegio” de ser hospitalizado en una habitación de hotel de un sanatorio privado.

Todo esto, configuró un escenario vacío de políticas sanitarias orientadas hacia los problemas reales de la población y hacia la prevención, y desvió las cifras monstruosas de gasto en salud, hacia la tecnologización y el consumo.

Grafico publicado por una universidad centroamericana.

Es así como EEUU, ostenta el gasto en salud per cápita más alto del mundo, pero solventado por aseguradoras privadas y orientado hacia la medicalización y no a la prevención. En el imperio del norte, más de la mitad de los ciudadanos contratan pólizas de seguros privados que solo buscan rentabilidad. El Estado norteamericano brinda cobertura de servicios básicos y mínimos, a través de Medicare y Madicaid a los sectores de bajos ingresos y discapacitados, pero deja fuera del sistema sanitario y librados a su suerte a 40 millones de ciudadanos que tampoco pueden costear un seguro privado.

En Alemania, otro antiguo estandarte de los grandiosos sistemas sanitarios universales, se fueron estratificando las coberturas según el tipo de seguro que pueda pagar cada habitante. España, Inglaterra e Italia, también fueron descentralizando los servicios sanitarios y abrieron las puertas a las aseguradoras privadas.

En Argentina también conocemos la historia, y si bien el legado del Dr Ramón Carrillo todavía nos permite brindar asistencia a la totalidad de los habitantes (y a cualquier extranjero que se encuentre en las fronteras), fuimos víctimas de la depredación sanitaria del capitalismo financiero global, que jugó fuerte las cartas para descentralizar, desfinanciar y lograr la apertura a las aseguradoras privadas en nuestro país.

Todo esto, que ya estaba en la cuerda floja, se derrumba en el mundo con el virus. De golpe irrumpe y obliga a todas las naciones a retroceder y volver a invertir en salud, a tomar las riendas sobre la disposición de las políticas sanitarias, del desarrollo tecnológico, de las acciones de contención, de mitigación, de atender las necesidades de esta guerra de los pueblos contra un enemigo desconocido.

Trabajadores de salud europeos coinciden en que colapsó el sistema de salud.

Y así, en Alemania, los test de Covid 19 a pacientes con síntomas leves, que le han permitido hasta ahora una detección más temprana y enlentecer el disparo de la curva epidémica, los costearon los propios ciudadanos al principio de la epidemia. El Estado alemán solo analizó el virus de forma gratuita en los casos graves o muy sintomáticos. Lo mismo en EEUU. Con la crisis en puertas, tuvieron que dar marcha atrás y hoy es el Estado quien está solventando los test de detección para ganar tiempo en volver a fortalecer un sistema que pueda absorber y dar respuesta a los enfermos que están por venir. En Italia y en España estamos viendo el colapso de un sistema que no pudo implementar medidas preventivas tempranas de contención.

En las potencias emergentes, como China, la construcción de su sistema de salud va en paralelo con el devenir de su desarrollo tan desconcertante para el resto del mundo. La revolución de Mao Tse Tung en un país campesino muy pobre y con grandes problemas sanitarios, tuvo que elaborar un sistema de contención y asistencia a cargo del Estado socialista para palear las emergencias. Con la apertura económica de Deng Xiaopin, también se modifica el sistema de salud, quedando configurado en un complejo entramado de seguros divididos en urbanos y rurales, solventados por el Estado, por los empleadores y por los trabajadores asalariados, siendo los proveedores de la atención, en su mayoría los hospitales estatales. También organizaron una vasta red de medicina preventiva, a la par del desarrollo tecnológico. Ya sabemos que hasta ahora, con sus políticas de cuarentena estricta, rastreo de casos, contención y aislamiento (en establecimientos sanitarios) de todos los enfermos detectados, lograron frenar la tasa de contagios y bajar la curva, en paralelo a la investigación de una vacuna. Gran parte de los trabajos publicados en las principales revistas científicas hoy sobre este nuevo patógeno, son de origen Chino.

Para hacer frente a una pandemia, anunciada hace un tiempo la misma OMS (que sabemos orienta muchas veces sus acciones en favor de la medicina mercantil), y augurada por la comunidad científica, la salud debe estar contemplada desde un sistema financiado y direccionado por el Estado y con la medicina preventiva como pilar y eje del mismo. Se necesita contar con una amplia red de vigilancia epidemiológica para la detección y la acción temprana, que por supuesto, no es rentable para el modelo mercantil.

La pandemia pone al descubierto todos los huecos por donde el neoliberalismo putrefacto hace agua. Los estandartes de la liberalización económica tienen que recurrir a la emisión de moneda y bajar las tasas de interés, retomar el control de las empresas de tecnología, de los servicios públicos esenciales y de la sanidad para palear la crisis. Dan marcha atrás los Gobiernos de EEUU, Inglaterra o Brasil en sus intentos de minimizar el problema para evitar la recesión económica.

El impacto más profundo de esta crisis, es poner al descubierto el choque de intereses entre el capital privado y el bienestar social, que solo puede ser garantizado por un Estado al servicio de los derechos y necesidades de sus mayorías.

Se están tomando medidas de salud pública para contenerla, y en Argentina, orgullosamente podemos decir que vamos un paso por delante, aún con el descalabro económico que arrastramos en la espalda.

Con la cuarentena total y obligatoria durante doce días las autoridades nacionales buscan reducir contagios y evitar el desborde en la Argentina.

¿Podremos frenar un virus como el Covid 19, con una relación aún no conocida de casos asintomáticos vs clínicos y una tasa aún no determinada de propagación asintomática? La respuesta es crucial, porque será la capacidad de prevenir esa propagación, el umbral de la forma de la curva.

Las consecuencias de la pandemia aún son inciertas en todos los sentidos, lo que seguro es un hecho, es la crudeza con que dejó al descubierto la grave crisis de un sistema obsoleto.

Solo las medidas de acción de salud pública y dirigida por el Estado pueden volver a poner al demonio en la caja.

(I) Cantidad promedio de individuos que contagia un paciente infectado. Aun no puede ser estimado con precisión: los datos se basan en análisis sobre las experiencias que van transitando los países más afectados.

(II) Estimando una tasa de letalidad mucho menor a la que viene mostrando (3% en China, 8% en Italia, 1% en Corea del Sur, 0.5 en Alemania), dado la alta probabilidad de que la actual esté sujeta a la cantidad de casos con síntomas leves sin testear. Aún así, el número estimado, tampoco contempla los problemas colaterales causados la saturación de los sistemas sanitarios para dar respuesta a las patologías endémicas.

2 comentarios en “Covid19, la mercantilización de la salud fagocita los sistemas sanitarios/Laura Gastaldi”

  1. Solo las medidas de acción de salud pública y dirigidas por el Estado pueden volver a poner al demonio en la caja. CONTUNDENTE. Escuchaba hoy desde Madrid, al psicoanalista Jorge Alemán, quien tildó de payasos históricos a los presidentes de EEUU, Gran Bretaña, Brasil por sus posiciones frente a la pandemia y además expresó que el mundo necesita peronizarse. EStas expresiones y tu artículo Laura dejan claro que el capitalismo dejó librado al mercado algo tan preciado como la salud pública cuando sólo la presencia del Estado con políticas pro activas y de atención comunitaria como así también la disposición de un servicio alerta de detección de amenazas, puede asegurarnos sanidad a todos y todas. Al final por más que quisieron bajarle los costos a la salud y asegurar la salud de la economía, la realidad les demostró una vez más, que lo barato sale caro.

  2. Que artículo tan extraordinariamente pensado y escrito. Hubiera sido un placer leerlo de no ser que trata de un tema tan doloroso y brutal. No obstante, reconcilia saber que estos hechos forzarán a los gobiernos de todo el mundo a repensar prioridades y a comprender que la salud pública nunca es un gasto, sino la mejor inversión en desarrollo sustentable, sólido y genuino .

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