El siglo del ferrocarril significó una larga etapa en la historia de San Luis (1886-1986, aproximadamente), donde este medio de transporte imperó, casi sin competencias, salvo en la últimas décadas citadas.
Al poco tiempo de arribar el tren a nuestra provincia (Villa Mercedes, 1875), fue utilizado entre otras cosas para el transporte de leña, palos y rollizos, como lo señala Lallemant, apesadumbrado, en algunos de sus trabajos. El alemán fue precursor entre nosotros en resaltar la tala irracional y desmedida del bosque nativo.
La explotación forestal tuvo en San Luis su época de oro en el período de entreguerras (1ra GM, 1914-1918, y 2da GM, 1939-1945), cuando no llegaba el carbón inglés. En esos años la riqueza arborícola se utilizaba no sólo para alimentar las calderas de las locomotoras, sino para leña y construcción principalmente en la pampa húmeda (que carece de bosques), y como tablas, varillas, rodrigones, etc., que iban a los grandes oasis viñateros de Mendoza, San Juan, Diamante y Jachal.
Para penetrar dentro del milenario bosque puntano se tiraron extensiones del FFCC, que eran ramales de trocha más angosta que las líneas regulares (que van de 1 metro a 1,65, aproximadamente). De estas extensiones la más importante sin duda fue el “Desvío leñero”, que recorría gran parte del norte puntano.
El desvío leñero
Sucedía por entonces que, desde Villa Mercedes, se había comenzado a construir la línea del Ferrocarril del Noroeste Argentino (1890) que debía unir La Rioja y Catamarca con el puerto de Bahía Blanca, cruzando todo el valle del Conlara, y tirando un ramal hacia la cercana Villa Dolores. Sin embargo la trocha quedó detenida hacia 1910 en la estación de Los Cerrillos.
Mientras se esperaba la continuación de esta línea (que nunca se produjo), la empresa Casali Hermanos, a principios de los años 30, planificó y tendió un largo desvío hacia el oeste, que llegó y atravesó el inmenso bosque que se hallaba en los desagües de los ríos Luján, Quines y San Francisco. El tirado de esta vía se hizo desde Los Cerrillos en dirección a Candelaria, donde se ubicó una planchada (3 km al oeste) bautizada Sol de Mayo; de allí el riel rumbeó al sudoeste para recalar a 15 km de Quines, con otra enorme planchada donde se instaló El Obraje, y de allí las vías fueron al SO a cercanías del campo el Pallero (final del recorrido), a 10 km de Luján, donde se limpió la última planchada.
Las planchadas eran potreros pelados, sin ninguna vegetación, de 3 a 4 hectáreas las más grandes, donde se maniobraba, se trabajaba y se depositaban los productos forestales. A lo largo de la línea existían otras más pequeñas, como Los Chenas, Santa María y El Retamo. La empresa Casali, que explotaba la línea, instaló en las planchadas grandes unas máquinas sinfín, troceadoras, que cortaban la madera en paneles de 40 por 70 cm de largo. Luego se cargaban en vagones para Los Cerrillos. Las chatas de borde bajo, tiradas por caballos, eran las que extraían la leña y rollizos de los campos para llevarlos a las planchadas.
El hachero
En cada planchada grande trabajaban más de 150 personas; eran muchos más en la de Quines, y menos en las estaciones más pequeñas. Centenares de hombres cortaban árboles y los despostaban en las cercanías de las vías o en lugares de hasta diez km más alejados.
Según testimonio de José Salvador Baigorria, que trabajó allí en los años 40, y que provenía de La Represita (dos leguas al NE de Quines), los hacheros y otros trabajadores vivían con sus familias en las planchadas, o en algún lugar cercano, en los toritos, que eran unas ramadas armadas toscamente para guarecerse de las inclemencias. Se les pagaba con vales y de acuerdo a la madera que cortaban (trabajo a destajo), vales que sólo se podían usar en los comercios de la casa Blanchet, y el cliente debía llevar al menos el 70% en mercadería para que le dieran el vuelto en dinero.
La vida del hachero y sus familiares era una de las más duras que se recuerde; siempre mudando sus toscos toritos, siguiendo las zonas de explotación, siempre a merced de algún accidente o la picadura de alguna alimaña. De noche en las planchadas sonaba la guitarra y corrían las bebidas, aunque estaban prohibidos los juegos de azar y con naipes.
En tanto, la época conservadora marcaba terribles diferencias sociales. Baigorria recuerda que los pobres no podían usar zapatos, sólo alpargatas. Y que cuando fue a la escuela en 1936 la directora no lo dejó entrar con los zapatos que le había comprado su padre hachero.
El ferrocarril en Quines y Candelaria
La llegada de un ramal del ferrocarril francés (que iba de Córdoba a San Juan) a Candelaria y Quines en 1937 será otro hecho significativo para el desarrollo productivo y la explotación forestal de la región. También sirvió para impulsar las artesanías y la industria derivada de la madera. La fácil y accesible limpieza de los campos por los hacheros implicó la posibilidad de la explotación ganadera e impulsó los proyectos hidráulicos en torno a los ríos de Quines y Luján.
La firma Casali también incentivó proyectos varios en estos años, administrando el Desvío leñero y levantando un complejo enorme de explotación en El Obraje (cercano a Quines) y el aserradero Santa María, donde procesaba especies varias, fundamentalmente quebracho blanco, tintitaco y algarrobo. En la zona, unos años después, se industrializaron muchas de estas maderas, apuntando a los viñedos y armando toneles y bordalesas, todo con destino a las grandes bodegas de Cuyo; también se trabajó el parquet. Otras explotaciones subsidiarias como hornos de carbón, tornerías y aserraderos, estaban también a la orden del día, dejando una importante tradición regional del trabajo de la madera.
Centenares de hacheros y sus familias penaron en los toritos y la dura vida del bosque y la desprotección. Toda la zona tuvo una edad de oro con la explotación forestal. Que fue aprovechada en forma muy desigual y de acuerdo a una época de grandes diferencias sociales.
Fuentes:
Testimonios de José Salvador Baigorria, Mario Ibañez, Marcos Arce Montiveros y José Cabañez.
Tello Cornejo. El ferrocarril en San Luis. Boletín de la Junta de Historia de San Luis. N° 23.
Carta turística de San Luis. Automóvil Club Argentino. 1952.