ARA San Juan y la autoconciencia popular/Gustavo Terzaga

El 8 de noviembre de 2017, cuarenta y cuatro marinos argentinos se embarcaron en misión de custodia de nuestra soberanía marítima en el Atlántico Sur. Siete días después la unidad perdió contacto con la base y lo que sigue es historia conocida: fue el final de sus vidas. La tragedia conmovió al país y dejó al descubierto la calamitosa situación en la cual se encuentra la institución militar y por lo tanto nuestra soberanía nacional, la cual nos obliga a una profunda reflexión.

La Comisión de Desarrollo Cultural e Histórico Arturo Jauretche frente al mural “44 hijos de la patria” emplazado en la ciudad de Río Cuarto en conmemoración a los submarinistas.  

Desde fines de los 80 hasta hoy, no existe cambio alguno que haya modificado la naturaleza de las amenazas posibles a nuestra Defensa Nacional. O, mejor dicho, el único cambio real es que sin Guerra Fría el Pentágono pregona a los latinoamericanos una reconversión de sus FFAA en la doctrina de “las nuevas amenazas”, el narcotráfico y el terrorismo. Esa redefinición de las funciones de las FFAA de los países periféricos se traduce como claro correlato geoestratégico en el campo militar de la subordinación económica al capital financiero global, lo que es manifiestamente incompatible con la defensa del interés nacional y la integridad territorial del Estado argentino. En la actualidad existe un estado concreto de “indefensión soberana” desde la recuperación de la democracia en 1983 hasta la actualidad y que se manifiesta en la práctica en una constante degradación presupuestaria y material de las FFAA desde la guerra de Malvinas y que se confirma con el hundimiento del ARA San Juan y sus 44 tripulantes.

La geopolítica (disciplina maldita para liberales y progresistas argentinos), nos recuerda que las Malvinas, el Mar Argentino y la Antártida son un mismo combo que puede verse alterado por los efectos inesperados del cambio climático y el cambio tecnológico. A ello hay que agregarle la Patagonia. Miles de hectáreas adquiridas en forma irregular, espejos de agua apropiados, costas públicas restringidas, inaccesibilidad a reservas de materias primas, etc. Ni que hablar del Acuífero Guaraní, tercer reservorio mundial de agua dulce.

El curso de la historia no permite los vacíos, quien no ocupa y defiende esos espacios cóncavos, los pierde en manos de quien si puede. Perón decía en los ‘70 sobre las reservas de materias primas que “la historia prueba que cuando los grandes y fuertes han necesitado de ellas, las han ido a tomar por las buenas o por las malas. (…) Solamente si podemos defendernos -y estamos en condiciones de hacerlo- podremos, si no sacar ventaja, por lo menos obtener justicia en ese proceso de universalización que será la organización de la tierra. (…) porque en momentos de crisis de materia prima y comida, las vendrán a tomar aquí y, si no nos preparamos, las tomarán incluso por teléfono”.

Un argumento que cuaja solapadamente en un consenso negativo y dañino es que la debilidad de las FFAA funciona como una especie de “garantía” para su subordinación al orden constitucional. Sostener en la actualidad ese consenso antimilitarista y abstracto equivale a reconocer la impotencia de la política y la justificación del desguace neoliberal del Estado. En sentido contrario y desde una perspectiva nacional, no debe olvidarse al respecto, que ni el General San Martín, padre de la patria; o Enrique Mosconi, militar e ingeniero determinante para el desarrollo de YPF; ni Manuel Savio, otro ingeniero y militar que contribuyó a la proliferación de la industria nacional; ni el General Juan Domingo Perón que estableció una fortísima alianza desde las FFAA con su pueblo; ni Julio Argentino Roca, que incorporó a la Patagonia y federalizó a Buenos Aires, hubieran sido posibles en nuestra historia sin otorgarle a las FFAA un rol estratégico en el rumbo hacia la soberanía nacional.

Contrariamente, al argumento que porta cierta “sociología de sastrería” que se horroriza con sotanas y uniformes, en el planteo y solución de la “Defensa Nacional» entran en juego todos sus habitantes, todas sus energías y capacidades, todas sus riquezas, todas sus industrias y producciones más diversas, todos sus medios de transporte y vías de comunicación, ciencia, tecnología, universidades, etc. Y, sobre todo, la pasión del pueblo que cuida y defiende lo que le pertenece. Consideramos que el prejuicio fundante del antimilitarismo abstracto no es hijo de los traumas de los golpes del ´30, del ´55, del ´66 y del ’76 donde las FFAA perdieron y desviaron el objetivo de su función constitucional y fueron el brazo armado de las elites sociales de gran poder que custodian servilmente en el plano doméstico los intereses del imperialismo, sino, más bien, y no hay que ser inocentes en esto, es hijo del encuentro de las FFAA y el pueblo: las frustradas invasiones inglesas en 1806, 1807 y el origen popular de los ejércitos Latinoamericanos, los libertadores, Roca, el General Perón, etc., al cual el imperialismo y la oligarquía vernácula le oponen en la actualidad distintos y muy eficaces dispositivos deshistorizantes para diluir cualquier posibilidad de elevar la consciencia nacional del conjunto.

La persistencia de la campaña desmalvinizadora azuzada desde el norte durante todos los gobiernos democráticos desde 1983 en adelante procuró arrebatar el legítimo orgullo de nuestros combatientes de haber participado en dicha gesta. Sin embargo, y a pesar de ello, dicha gesta patriótica de recuperación de nuestras Malvinas sigue siendo una de la causas más heroicas e importantes, al menos de los últimos 150 años de nuestra historia nacional, y que la lamentable campaña de posguerra no ha logrado desprender de ella los conceptos de causa grande y justa que anida aún en la conciencia patriótica y en la memoria histórica colectiva de nuestro pueblo.

La desaparición del submarino ARA San Juan generó nuevamente la pregunta sobre qué tipo de Fuerzas Armadas necesitamos y para qué. La diferencia entre las veces anteriores y esta pareciera radicar en que, por primera vez, y luego de casi 4 décadas de la recuperación de la democracia, ahora la sociedad las encontró olvidadas, marginadas y quiere definir su destino. Vale decir y afirmar que mantener Fuerzas Armadas altamente pertrechadas y capacitadas es la mejor herramienta para sostener la paz, por su irremplazable poder de disuasión en un mundo cada vez más tenso e incierto y por su vínculo espiritual y material con nuestros hermanos de la Nación Latinoamericana en una política de defensa común en el continente.

El incidente del submarino ARA San Juan será un infortunio más de la historia argentina o el motivo de una profunda reflexión que nos lleve a los lineamientos generales de una política nacional y de una soberanía efectiva sobre los territorios que custodian eternamente nuestros centinelas. Al cumplirse el 4to año de esa ausencia, al hermanarnos junto a los familiares en su búsqueda y después de que esa partida inesperada nos cuestionara sobre el vínculo argentino con su mar, con su geografía, con sus recursos naturales y sobre la importancia en la dirigencia de la Defensa, surge una nueva pregunta. ¿Qué lleva a una joven o un joven argentino a subirse a un submarino para hacer ejercicios navales, a patrullar el mar argentino, a ponerte un uniforme, a respetar una autoridad, a seguir una disciplina, a crecer en la jerarquía, a trabajar sincrónicamente con un grupo en tareas diferentes, y convivir en un espacio reducido, y enfrentar eventualidades conocidas o no? La respuesta es la “vocación” y el amor por la Patria. Patria que es la familia, el barrio, la camiseta del club, la parroquia; también es la bandera del colegio, la escarapela, Malvinas y el grito de gol de Maradona a los ingleses en un Mundial. Por eso la lucha es política y también es cultural.

Desde el fin de la Guerra de Malvinas el propio pueblo fue homenajeando a sus muertos y a la propia causa mediante la construcción de innumerables monumentos y la imposición de sus nombres a las calles, plazas, escuelas y adoratorios. Malvinas y sus protagonistas constituyen tal vez uno de los mayores objetos de recuerdo y de culto en el país, porque sabemos que existe un lugar sagradamente blindado donde la colonización pedagógica no puede penetrar: el corazón del pueblo donde anida el nivel más alto de autoconciencia popular.

Desde que se produjo la tragedia del Submarino ARA San Juan, en la cual perdieron su vida los 44 tripulantes, la sociedad argentina se hermanó primero en su búsqueda y poco a poco manifestó su exigencia de justicia, demandando saber qué es lo que pasó con el submarino y quienes son los responsables de su hundimiento definitivo. Desde la Comisión de Desarrollo Cultural e Histórico “Arturo Jauretche” de la Ciudad de Rio Cuarto acompañamos a los familiares en su dolor y nos sentimos profundamente indignados, no solo por la falta de respuesta a sus legítimos y fundados reclamos, sino por la infame campaña de seguimiento e investigación ilegal del que fueron víctimas por parte de las mismas autoridades encargadas de favorecer el descubrimiento de la verdad acerca de lo sucedido. Repudiamos todas las actitudes y mecanismos utilizados que buscan obstruir y dilatar las acciones procesales y manifestamos nuestro apoyo para que avance la causa que investiga la persecución a los familiares, y que no exista ninguna obstrucción al proceso judicial. ¡El pueblo de la Patria hace memoria y rinde homenaje a los 44 héroes que perdieron su vida en el ejercicio de la custodia de nuestra soberanía marítima en el Atlántico Sur y anhela que de una buena vez SEA JUSTICIA!

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *