De noche y por la puerta de atrás: el oprobioso regreso de los soldados de Malvinas/Gustavo Loigge

En el 40mo aniversario del Conflicto del Atlántico Sur, el presente artículo repasa las condiciones del regreso de los veteranos al continente y analiza sus causas y consecuencias.

Arribo de los veteranos a Puerto Madryn el 19 de junio de 1982.

El año es 1982; los meses, los de junio y julio. A los derrotados soldados argentinos en pie, que han campeado heroicamente metralla, hambre y rendición en su gesta por liberar Malvinas aún les queda recibir una humillación adicional, esta vez de parte de sus propios mandos superiores. Desde el inicio de hostilidades en abril, y bajo circunstancias inesperadamente avasalladoras, han luchado con bravo denuedo y han derramado su sangre y la de sus hermanos caídos. Sin embargo, su regreso a la Argentina continental es un hecho escasamente documentado que habrá de propinarles oprobio, desconcierto y amargura bajo una serie de políticas de silencio, aislamiento y ocultamiento llevadas adelante por las cúpulas militares, que en ocasiones serán aceptadas a regañadientes, y en otros casos, cuestionadas a viva voz.

La enajenación de los veteranos

A partir de firmada la rendición y el alto el fuego del 14 de junio, y en la medida que la tropa es desembarcada en el continente por fuerzas propias o captoras y relocalizada hacia sus cuarteles y batallones de origen, una orden de ocultamiento pesa sobre toda la operación. Las Fuerzas Armadas desde sus áreas de inteligencia, han diseñado un plan de acción que incluirá encubrimientos, censura, amenazas, operaciones de inteligencia, y que operará para prevenir que la llegada de los soldados revele el modo deplorable en que la guerra se ha librado. La misma impronta de cruel autoritarismo y deshumanización con la que la estructura de poder castrense ha caracterizado la masiva represión clandestina de años anteriores, se reitera teniendo esta vez como víctimas a sus propias filas.

Luego de los desembarcos en poblaciones como Puerto Madryn, Ushuaia o Punta Quilla. el transporte por ruta de los soldados se verifica en camiones cubiertos. El testimonio de veteranos destinados a Campo de Mayo y otros destinos da cuenta como la oficialidad les impone un mandato de silencio y hermetismo para con la prensa y cualquier otro interlocutor sobre los detalles de su experiencia de guerra. Fotos y filmaciones pertenecientes a corresponsales de prensa y soldados, y sensibles de dar cuenta del estado físico y psicológico de las tropas argentinas al momento de la rendición son requisados y velados. Las licencias para permitir a los veteranos reencontrarse con sus familias son dilatadas en ocasiones hasta varias semanas para darles ropa limpia, engordarlos y curar a los aquejados por pie de trinchera o desnutrición, brindándoles en muchos casos los primeros cuidados médicos desde que habían sido embarcados a las islas. Cuando el 19 de junio el crucero británico Camberra desembarca en Puerto Madryn a 4.136 soldados, la población local no es informada y se le prohíbe acercarse al puerto que ha sido acordonado. Luego de desembarcar los soldados son “trasladados en camiones cerrados con lonas hacia las entonces barracas de Lahusen.” [i] Las arengas de sus superiores les han advertido al regresar de la supuesta hostilidad de la población y del riesgo de ser apedreados, mientras que -en palabras de un reportero de Puerto Madryn-: “fue todo lo contrario […], el pueblo los esperaba con ansiedad; queríamos verlos, tocarlos, aplaudirlos y hablar con ellos” [ii]

De doloroso impacto en consecuencia del desamparo oficial, es el hecho de que a muchos veteranos les toca avisar a los familiares de los soldados caídos en las islas la noticia de su muerte. 

En caso de la Armada, varios de los integrantes del Apostadero Naval Malvinas han dado testimonio [iii] de como cuando les toca reintegrase a sus destinos en el continente –Edificio Libertad (Capital Federal) o Base Naval Puerto Belgrano (Buenos Aires)–, son transportados ocultos y en aislamiento de sus familias, la población y la prensa. Al llegar se les impone mandato de silencio bajo diversas formas, según se trate de civiles bajo bandera, conscriptos, o cuadros militares inferiores o medios, pero en todo caso ordenando el hermetismo sobre lo experimentado en las islas. Las tácticas de silenciamiento van desde ordenes verbales y firma de contratos hasta amenazas hacia las familias de los veteranos. “No sólo los jóvenes bajo bandera, también el personal de cuadro de rangos inferiores y medios habían sido testigos del mal desempeño de algunos superiores en la guerra y se reintegraban a la Armada con indignación y bronca con aquellos que no se habían comportado a la altura de las circunstancias, incluso poniendo en riesgo su propia vida”. También han sido testigos de “situaciones de cobardía, miseria, abusos de autoridad o exigencias de nimiedades incomprensibles en tiempos de guerra, [que] habían sido frecuentes en el conflicto, además de la pésima organización estratégica y logística general de la contienda” [iv]. Para completar la situación los veteranos sufren además la falta de reconocimiento por su desempeño en la guerra, y un clima que concentra en ellos la culpa por la derrota, nacido como estrategia de deslindamiento de responsabilidades por parte del mando superior, pero extendido como percepción propia entre las filas militares. Desde la rendición y por largos años, las Fuerzas Armadas y los Gobiernos han de “[brillar] por su ausencia o insuficiencia en las medidas de contención, reconocimiento y compensación hacia quienes habían luchado o los familiares de los caídos”. [v]

No debe extrañarnos que estas muchas infamias, perpetuadas y multiplicadas, hayan tenido un impacto mutilador sobre la identidad de los veteranos, y hayan presentado gravitación fundamental en la decisión de muchos de ellos de quitarse la vida.

La batalla cultural post-Malvinas: Desmalvinización.

¿A qué obedece esta serie de tenebrosas decisiones que convierte lo que debiera haber sido un regreso honrado como heroico en un sombrío desfile de cabezas gachas y dientes apretados? Pesa sobre los ánimos de los altos mandos encabezados por el general Galtieri la mala conciencia de haber librado una guerra bajo premisas totalmente equivocadas. Esta misma precepción disruptiva que desata una feroz y corrosiva interna hacia el interior del gobierno de Galtieri, y precipita que la junta militar de las tres armas se disuelva por primera vez en seis años. A su vez cobran fuerza los sectores proimperialistas, que condenan al gobierno no por haber sido derrotado, si no por haber provocado la guerra, y los generales de la derrota son en pocos días desplazados y sucedidos provisionalmente por el retirado General Bignone el 1 de julio de ese mismo año.

Toda la experiencia del Conflicto del Atlántico Sur acarrea en sí misma una tremenda potencia resignificadora, en donde los hechos palpables desnudan la realidad de un estado dado de fuerzas global entre dominadores y oprimidos. En una entrevista particular de abril del 82 el Dr. Alfonsin interpreta que una victoria en Malvinas “crearía una situación difícil para la civilidad, surgiría el peligro de una salida nasserista” -es decir un viraje hacia un gobierno militar nacionalista y antimperialista al modo del de Gamal Abdel Nasser en Egipto-. [vi]

Es así que el silenciamiento y ocultamiento de los soldados al regreso de Malvinas es solo la primera acción de una larga pugna por la desmalvinizacion de la Argentina.

Se constituyen para esta época las voces que reniegan de haber roto con la sumisión y desafiado al orden comandado por las potencias imperiales. Estos actores habrán de pugnar en las décadas subsiguientes por imponer su visión reduccionista y por amortizar en toda la medida de lo posible el potencial bélico argentino, en abierto o implícito debate con las voces de quienes reivindicamos la gesta de Malvinas y su profundo significado emancipador.

El conjunto de la dirigencia política posterior al Proceso y anterior a los gobiernos kirchneristas habrá de cumplir impávidamente y en su plenitud con el mandato desmalvinizador no explicitado de liquidar las Fuerzas Armadas y sembrar la mala conciencia por haber librado una guerra en verdad legitima.  Poderosos motivos gravitan sobre este accionar.

Trasfondo de dominación revelado.

La usurpación de Malvinas desde 1830 es un caso de coloniaje perpetrado por Gran Bretaña en tanto potencia imperial a 14.000 kilómetros de sus costas. Para los tiempos de la guerra, es adicionalmente un bastión austral de la OTAN que le permite controlar de mano propia el tránsito entre el Atlántico y el Pacifico en marco de la Guerra Fría. Sin embargo, al ordenar el desembarco del 2 de abril de 1892 los mandos supremos argentinos tienen una lectura mucho mas torpe que esta, como se desprende de las expresiones de varios de sus miembros y de conjunto de su accionar. Desde mediados de los 70 y estimulados por el adoctrinamiento tergiversador de los Estados Unidos, han creído haber estado librado una victoriosa guerra contra la subversión comunista, cuando en realidad lo que han hecho es perpetrar una carnicera cacería policial de extensión nacional. Estos mandos, en consecuencia, se conciben como aliados de Occidente, menores pero equivalentes en derechos y méritos. Toda la concepción y ejecución del desembarco está sustentada por esta pueril certeza del Estado Mayor: al entrar Argentina en conflicto con el Reino Unido, Estados Unidos y el mismo Reino Unido reaccionarían como frente a una pelea familiar, Gran Bretaña absteniéndose de ensañarse con un hermano menor y Estados Unidos mediando entre ambos para llegar a una solución pacífica y diplomática.

Elocuente en este sentido es el siguiente informe interno de la Armada, presentado luego de la capitulación, donde el oficial informante destaca entre otros, los siguientes puntos:

“a) En ninguna hipótesis de conflicto se previó el empleo de la Armada contra la Marina británica.

b) En los planes de Operaciones se consideró como sumamente improbable que en caso de conflicto Gran Bretaña adoptase la capacidad del enemigo más peligrosa de “Reconquistar las islas empleando todo su potencial bélico”. Sin embargo se aceptaba que de emplearse esta capacidad por el enemigo, impediría el cumplimiento de la misión.” [vii]

Cuando el enemigo, en tanto potencia imperial seria, responde precisamente empeñando todas sus fuerzas, el Alto Mando argentino, imposibilitado de dar marcha atrás por el estado público y el masivo respaldo popular hacia la redención de Malvinas, se ve obligado a actuar improvisadamente y a las apuradas. Los sistemas de armamentos comprados a la OTAN se revelan inoperantes y las desinteligencias bélicas se multiplican. La enumeración minuciosa de los desaciertos cometidos probará ser tan extensa como significativa:  el desaprovechamiento de la base aérea en Puerto Argentino, el apostar inicialmente a las tropas de élite en la frontera con Chile, el abstenerse de confiscar los capitales británicos en el país, al tiempo de continuar pagando la deuda externa contraída con Gran Bretaña y sus aliados, así como todo lo detallados en el informe Rattenbach [viii]. La suma de estos graves errores logísticos y estratégicos resulta en la derrota de una guerra que pudo y debió ser ganada, y fue de hecho, perdida por muy poco margen, como se desprende de los informes internos británicos y estadounidenses al respecto.

A cuarenta años del Conflicto por los archipiélagos del Atlántico Sur, y pese a lo hondo y sostenido de la política desmalvinizadora, su germen fructífero de gesta emancipadora ha provocado y provoca que una segunda guerra se libre en la mente de la población argentina: esta vez entre las voces que nos culpabilizan por haber desafiado a una gran potencia colonial y las voces que reivindicamos nuestros derechos soberanos en la intrínseca convicción moral de que los propios abusos y desmesuras de nuestros opresores son los que crean las condiciones para su derrota.

[i] El regreso de los soldados de Malvinas: la historia de un ocultamiento. Gamarnik, Guembe, Agostini y Flores. 2019.

[ii] op. cit.

[iii] El regreso de los militares veteranos de guerra de Malvinas a la Armada: entre el ocultamiento, el silencio y el aislamiento. El caso de los marinos del Apostadero Naval Malvinas. Andrea Belén Rodríguez. 2015.

[iv] op. cit.

[v] op. cit.

[vi] Alfonsín, el pensamiento colonizado y la crisis semicolonial Argentina. Jorge Enea Spilimbergo. 1986.

[vii] Informe de Adolfo Gaffoglio, Jefe del Apostadero Naval Malvinas, presentado al Jefe del Estado Mayor General de la Armada el 05/08/1982 (Archivo personal)

[viii] Comisión de Análisis y Evaluación de Responsabilidades del Conflicto del Atlántico Sur (CAERCAS). Informe Rattenbach. 1983.

2 comentarios en “De noche y por la puerta de atrás: el oprobioso regreso de los soldados de Malvinas/Gustavo Loigge”

  1. Apropiada recopilación de datos sobre un momento histórico, que recién ahora, cuarenta años después, se está instalando e introduciendo en los espíritus de los argentinos. Cómo es sabido, hacen falta generaciones para tomar conciencia de lo que hicieron los padres….
    Muy buen aporte!

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