La situación internacional actual está dominada por la guerra entre Rusia y Ucrania. Un bombardeo de noticias llega todos los días, donde es difícil discernir lo cierto de las fake news. El objetivo principal de los medios de comunicación occidentales es presentar a Putin como el desalmado representante del mal, presionando a los gobiernos a ampliar las sanciones contra Rusia y orientando a la opinión pública internacional hacia una condena moral por crímenes de lesa humanidad. Pero guardan silencio sobre más de un millón de víctimas –en su mayoría civiles– que produjeron sus guerras en la ex Yugoslavia, Irak, Libia, Siria, Afganistán y otros países en los últimos 30 años, sin contar sus tropelías que en varias ocasiones han tenido a Latinoamérica como escenario. Resaltar la doble vara de Estados Unidos no significa apoyar a Putin. Es evitar simplificaciones que terminan por ocultar los factores reales que determinan los conflictos internacionales, sin quedar entrampados en criterios morales que Estados Unidos es el primero en no respetar.
Consolidación del dominio de Estados Unidos
Desde la finalización de la Segunda Guerra, los Estados Unidos dominaron un mundo bipolar hasta la disolución de la Unión Soviética en 1991. En ese momento se inició una etapa unipolar, sin desafiantes a la vista. La Unión Soviética se desmembró en varias repúblicas y Rusia se empobrecía aceleradamente con un capitalismo salvaje, donde los ex jerarcas comunistas se transformaron en oligarcas enriquecidos al apropiarse de las empresas del Estado por monedas. China había comenzado en 1978 un camino de apertura a las relaciones de mercado y no entraba en los pronósticos de nadie su extraordinario desarrollo posterior.
En 1991 el dominio de Estados Unidos pasó a ser absoluto en los campos económico, financiero, científico, tecnológico, militar y comunicacional-cultural. Más de 600 bases militares en todo el mundo garantizaban la Pax Americana y sus intereses económicos en las áreas de influencia.
Los ataques al Pentágono y a Wall Street en 2001 y la crisis económica de las hipotecas subprime iniciada en 2008 mantuvieron el foco de Estados Unidos fuera de China y Rusia, y por suerte también de Latinoamérica. Al fin de la crisis económica en 2009 quedó claro que la recuperación económica mundial se debía en forma predominante al crecimiento imparable de China, y se encendieron todas las luces de alarma en Estados Unidos. China mantenía su alto crecimiento, desarrollando las ramas de producción de mayor complejidad tecnológica, con el 30% de su actividad en grandes empresas del Estado, incluyendo el sistema bancario y financiero, y sobre todo con un sistema político decididamente independiente de Occidente.
Recuperación de Rusia y emergencia de China
La debacle económica y social de Rusia en su salida desordenada del sistema soviético se extendió por casi una década hasta el ascenso de Putin en 1999. A poco de andar recuperó el crecimiento económico y parte de la estabilidad social. Las exportaciones de sus enormes reservas de gas y petróleo, en especial a Europa, fueron la base de su recuperación. Su capacidad militar, en especial sus 5.000 ojivas nucleares, siempre fue muy importante. En lo económico es un capitalismo neoliberal, con una concentración de poder en oligarquías que se apoderaron de las más importantes empresas estatales, pero en lo político Putin representa el ala nacionalista dispuesta a recuperar el peso y respeto de la comunidad internacional. A pesar de su mano fuerte o más bien por ello, siempre contó con el apoyo político de amplias mayorías.
China se había distanciado de la Unión Soviética desde 1960. En 1972 Mao Tse-Tung firmó acuerdos con el Presidente estadounidense Richard Nixon, quien reconoció que Taiwán –entonces “República de China”, donde se refugió el gobierno del Kuomintang en 1949– era parte del territorio chino, pasando la representación en las Naciones Unidas y el Consejo de Seguridad a la República Popular China. Luego de la muerte de Mao en 1976 y con el ascenso de Deng Tsiao-Ping a fines de 1978, China inicia su etapa de apertura a las relaciones mercantiles, acelerando el crecimiento económico a casi el 10% anual por 40 años, convirtiéndose en la segunda economía y el primer exportador mundial. China tiene relaciones capitalistas, el 70 % de su economía es privada, pero no son las nuevas clases capitalistas las que dominan políticamente. El Partido Comunista promueve las empresas privadas, pero reserva para el Estado el control con empresas estatales en los sectores clave, y planes quinquenales definiendo y promoviendo carriles por donde puede avanzar la actividad privada. Actualmente Estados Unidos le teme más a una China exitosa con peso creciente y desafiante que a su sistema económico y político de socialismo de mercado.
Al fin de esta década China será la mayor economía mundial, superando el PBI de Estados Unidos. Pero no es lo mismo que ser la potencia hegemónica, ya que aún no tiene paridad científica y tecnológica y está lejos de superar su red de alianzas y capacidad militar ofensiva. La estrategia de China hasta 2049 es lograr la paridad tecnológica, científica y militar y un ingreso per cápita y bienestar de país desarrollado. Tratará de evitar todo enfrentamiento militar con Estados Unidos. Ha consolidado su capacidad defensiva con la actualización tecnológica de sus fuerzas armadas. No tiene la capacidad ofensiva para vencer a Estados Unidos, pero sí para impedir que aquel país la derrote militarmente en su territorio. Su capacidad nuclear y sus misiles hipersónicos guiados por comunicación cuántica (encriptada, imposible de espiar) garantizan la destrucción mutua que ha sido la base de la paz entre las potencias nucleares desde la época de la Guerra Fría. “Si quieres la paz, prepárate para la guerra” (Flavio Vegecio, militar romano, siglo IV).
Dominar Eurasia
En 1904 el inglés Halford Mackinder inauguró el concepto de “geopolítica”. Mackinder consideraba que dominaría el mundo quien dominase la “isla Eurasia”, esa gran masa territorial que incluye Europa, Asia, Medio Oriente y África. “Quien domina la zona central de esos territorios domina la isla Eurasia y quien domina a esta domina el mundo”. Al igual que Gran Bretaña en el pasado, el dominio de Estados Unidos está basado en su superioridad económica, científica, tecnológica y por lo tanto militar. Sus flotas dominan los mares. Pero no dominan la zona central de la “isla Eurasia”, en especial Rusia y China.
La avanzada de China hacia Europa y África con el desarrollo de la Nueva Ruta de la Seda, y la dependencia europea de hidrocarburos rusos, enfrenta la cerrada oposición de Estados Unidos, que trata de abortar el surgimiento de un mundo multipolar. Para ello cuenta con la red de alianzas de la OTAN en Europa y distintas asociaciones militares en el extremo oriente y otras latitudes. Esas alianzas económicas y militares buscan cercar a Rusia desde Europa y a China desde el Mar del Sur de China y el Mar de Japón al norte.
La razón para la existencia de la OTAN era impedir el avance del comunismo sobre Europa. Disuelta la Unión Soviética y su bloque en 1991, la persistencia y avance de la OTAN hacia Rusia desnuda la estrategia de Estados Unidos: dominar la “Isla Eurasia” para consolidar su hegemonía.
La avanzada de la OTAN cercando a Rusia fue posible por la debilidad extrema de Rusia al momento de la disolución y desmembramiento de la Unión Soviética. Se desprendieron los eslavos Ucrania, Bielorrusia, los bálticos Estonia, Letonia y Lituania en el oeste, la pequeña Moldavia y varias repúblicas predominantemente islámicas en el sur. La presión económica impuesta por la carrera armamentista con Estados Unidos hizo insoportable el mantenimiento del territorio imperial original. Rusia también perdió el control sobre los países ex comunistas de Europa Oriental. Las promesas de Estados Unidos de no cercar a Rusia –hechas por Bush padre a Gorbachov– fueron incumplidas por Clinton y sus sucesores: se integraron a la OTAN la mayoría de los países de Europa Oriental. Las excepciones son los nuevos países Bielorrusia, Ucrania, Moldavia, Serbia y Bosnia, sumándose a los previos neutrales Suecia, Finlandia, Austria y Suiza. Ucrania cambió su posición de neutral a pro-OTAN luego del golpe de Estado de 2014 (el “Maidán”).
La invasión rusa a Ucrania concluiría si Estados Unidos respaldase la aceptación formal de Ucrania de la neutralidad y no participación en la OTAN, condiciones que Putin le exige a Zelenski. Pero la intención estadounidense es impedir la recuperación de Rusia y su integración a Europa. Para ello azuza a Ucrania a seguir combatiendo, al costo de la destrucción del país y la muerte de miles de personas, militares y civiles, tratando de que la guerra sea muy prolongada y tan ruinosa para Rusia como lo fueron la participación de la URSS (y de Estados Unidos más adelante) en Afganistán.
Estados Unidos y la Unión Europea congelaron las reservas rusas de dólares y euros en bancos occidentales y cerraron el uso de la red de pagos internacionales Swift dominada por los primeros. Esas reservas no eran tan importantes como se propala en Occidente, ya que Rusia acumula sus reservas en oro en su país, además de haberse desprendido precautoriamente de parte de las reservas en dólares. Rusia contraatacó indicando que desde el 1º de abril o pagaban el gas y el petróleo en rublos o cerraban los grifos. La negativa alemana duró poco y mantienen habilitado un banco ruso donde éstos aceptan que la UE pague en euros y el banco los convierte a rublos. Europa pagará mucho más por el gas licuado transportado en barcos desde Estados Unidos, frenando su débil crecimiento, una carga muy seria que Washington le impone por su protección militar.
Este congelamiento de reservas terminará en el largo plazo deteriorando al dólar como moneda de reserva aceptada por todos los países. Irán, Arabia Saudita, Emiratos Árabes Unidos, Qatar y China ya aceptan vender o comprar los estratégicos petróleo y gas en otras divisas, poniendo fin a una de las piedras angulares del reinado del dólar. Ningún país que tema que sus dólares sean congelados o confiscados por Estados Unidos querrá mantener muchas reservas en esa moneda.
Resumiendo, la guerra actual es el resultado casi inevitable de la presión de Estados Unidos para cerrar el cerco militar a Rusia propiciando la incorporación de Ucrania a la OTAN. Misiles desde Ucrania tardarían pocos minutos en llegar a Moscú. El cerco a Rusia no está basado en razones ideológicas ni principios morales, sino en la necesidad estadounidense de dominar esa masa denominada “Isla Eurasia” por el inglés Mackinder, de la que Rusia y China son las principales zonas independientes a su control.
En cuanto a China, el cerco es multifacético. En lo comercial Estados Unidos le impuso altos aranceles en 2018 para continuar con un bloqueo tecnológico, sobresaliendo la prohibición de exportar a China microchips avanzados que afectan a Huawei y otras empresas y que apuntan a bloquear su potencial utilización militar. Estados Unidos intensifica sus acuerdos con Japón, Australia, Nueva Zelanda, India y otros países menores, controlando la salida franca de China a los mares del Pacífico y su vía marítima hacia Medio Oriente y Europa. Buscan desgastar a China al promover la independencia de Taiwán, incluyendo constantes patrullajes de naves estadounidenses por el estrecho de Taiwán y cercanías, con la posibilidad de que –parafraseando a Mao– una chispa incendie la pradera mundial.
Al momento actual Ucrania y Taiwán son los dos extremos geográficos de la misma política de cercamiento y control de la masa independiente de la “Isla Eurasia”. La creciente alianza entre Rusia y China es la reacción inevitable a esta doble presión.
Todas las grandes potencias están involucradas, directa o indirectamente, en esta disputa de largo plazo. Los terceros países no directamente involucrados deben jugar sus cartas de acuerdo a su interés nacional y abstenerse de tomar partido por presiones de la actual potencia hegemónica.
*Artículo publicado el 17/04/2022 en www.elcohetealaluna.com/geopolitica-y-guerra/