Mayo por sus protagonistas/Gustavo Battistoni

El escritor e historiador firmatense Gustavo Battistoni, publica esta nota sobre el 25 de mayo en El Correo de Firmat; que replicamos.

Se ha escrito tanto y tan confusamente sobre el 25 de mayo de 1810 que un ejercicio de saneamiento intelectual es recordar que dijeron sobre ese magno acontecimiento sus protagonistas. Escuchar sus voces, sin intermediarios que sesguen sus vivencias y opiniones. Por suerte, entre otros, Cornelio Saavedra, en su “Memoria autógrafa”; el Brigadier General Martín Rodríguez en sus “Memorias”; la “Reseña histórica de los Sucesos de Mayo”, de Tomás Guido y, la más importante, por el peso moral e intelectual de su autor, la “Autobiografía”, de Manuel Belgrano, nos dan un panorama claro de cuáles fueron los objetivos de aquellos patriotas que decidieron dar el primer grito de libertad.        

La discusión sobre el carácter o conveniencia rupturista de aquel movimiento fue explicada con suma claridad por Tomás Guido, el gran amigo de José de San Martín: “¿Impondríase por programa del cambio proyectado la declaración inmediata de la independencia del virreinato? ¿Convendría desafiar las preocupaciones y los intereses compactos de una oposición fundada en la conciencia de unos y en la conveniencia de los otros? Por íntimo que fuese este deseo en los promotores de la resolución, ninguno tuvo por sensatez la idea de una separación absoluta. Se convino en aplazar un hecho que la vista menos perspicaz divisaba en el horizonte, y se acordó promover la instalación de una junta que gobernase el virreinato en nombre de Fernando VII. Los votos profundos de los autores de la revolución no quedaron cumplidos sino el 9 de julio de 1816, con la solemne declaración de la independencia nacional”. En estas elocuentes palabras queda claro el objetivo de Mayo. Ante la incertidumbre reinante en la península española por la invasión de los franceses y el peso de varios siglos de dominio colonial, lo mejor para los americanos fue ir paso a paso, pero con la certeza de que todo desembocaría en la declaración de nuestra independencia.   

Cornelio Saavedra, presidente de la Primera Junta, a pesar de algunas dudas iníciales, también fue claro: “La destitución del virrey y creación consiguiente de un nuevo gobierno americano, fue a todas luces el golpe que derribó el dominio que los reyes de España habían ejercido en cerca de 300 años en esta parte del mundo, por el injusto derecho de conquista y sin justicia, no se puede negar esta gloria a los que por libertarla del pasado yugo que la oprimía, hicimos un formal abandono de nuestras vidas, de nuestras familias e intereses, arrostrando los riesgos a que con aquel hecho quedamos expuestos”. Es evidente, ante cierto enfoque que relativiza el despotismo español, que los revolucionarios estaban hartos del absolutismo monárquico sin negar las posibilidades de un entendimiento con la España revolucionaria, surgida de las Cortes de Cádiz y magistralmente descripta por Enrique del Valle Iberlucea.

Manuel Belgrano, el patriota por antonomasia, también nos da un fresco histórico de aquel momento: “…mi objeto era que se diese un paso en la inobediencia al ilegitimo gobierno de España, que en medio de la decadencia quería dominarnos; conocí que Liniers no tenía espíritu, ni reconocimiento a los americanos que lo habían elevado y sostenido, y que ahora lo querían de mandón, sin embargo de que había muchas pruebas de que abrigaba, o por opinión o por prurito de todo europeo, mantenernos en el abatimiento y la esclavitud”. Y dándole un sustento democrático al proceso, a partir de una declaración de Juan Martín de Pueyrredón, manifiesta:”…que era preciso no contar sólo con la fuerza, sino con los pueblos, y que allí arbitrarían los medios. Cuando oí hablar así y contar con los pueblos, mi corazón se ensanchó…”. Con respecto al papel de los españoles en aquel momento, afirma: “No es mucho, pues, no hubiese un español que no creyese ser Señor de América, y los Americanos los miraban entonces con poco menos estupor que los indios en los principios de sus horrorosas carnicerías, tituladas conquistas”.

Tomás Guido en su “Reseña” antes mencionada, nos habla de la valentía del creador de la bandera como Mayor del Regimiento Patricios, para terminar con la indecisión de una parte de la élite local con respecto a lo que había que hacer para instaurar el nuevo gobierno patrio.

Belgrano trocó la toga por la espada, y junto a Mariano Moreno, el gran secretario de la Junta, que con patriotas como Juan José Castelli, Domingo French y Antonio Luis Beruti tuvieron el coraje para terminar con el vasallaje imperial. El 25 de mayo de 1810 fue un paso fundamental para la posterior declaración de la Independencia. Liberó una enorme energía que se vio plasmada en el grito libertario artiguista del 29 de junio de 1815, y en la proclama del 9 de julio de 1816, que nos liberó de España y de toda otra dominación extranjera.

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