Osvaldo Magnasco/Gustavo Battistoni

El escritor e historiador firmatense Gustavo Battistoni reseña el silenciado legado del dr. Osvaldo Magnasco, clave en la comprensión de la Argentina aún pendiente.

Osvaldo Magnasco es un desconocido para los argentinos. Este entrerriano, nacido en Gualeguaychú en 1864, fue uno de los políticos más lúcidos de una Argentina que se acercaba al Centenario con confianza y representaba la posibilidad de un liberalismo nacional que se diluyó en la segunda presidencia de Julio Argentino Roca. Fue un destacado representante de esa generación de liberales del interior que dieron vuelta positivamente la historia argentina. A diferencia de lo que opina cierta intelectualidad osificada, esa brillante camada, puso a la República Argentina a la altura de los desafíos del mundo, incorporando a nuestro acervo societario a la inmigración europea que acudía a nuestro país en busca de una vida mejor.

Jorge A. Ramos analizó con su habitual agudeza su intencionado ocultamiento:”Una gran sombra vela la posteridad de Magnasco; hay que explicar este silencio y terminar con él”. “¡(Fue) un adversario del capital británico, y para colmo, un enemigo del mitrismo localista! ¡Cuánto puede aprenderse de la significación histórica del roquismo a la luz del destino corrido por uno de sus voceros más notables!”. Ligado primeramente al Autonomismo Nacional, que era el partido de los provincianos pobres, llegó, durante la segunda presidencia de Julio Argentino Roca a ocupar la cartera de Justicia e Instrucción Pública, proponiendo una reforma educativa que hubiera cambiando la enseñanza con un sentido nacional.

La reforma que proponía tenía como centro de gravedad el paso de una instrucción abstracta y porteñista, a una educación técnica y descentralizada en las provincias, que le daba a la población nativa y a la que iba arribando con la inmigración, las herramientas para poder enfrentar con eficacia el mercado de trabajo, oponiéndose a la visión de los estratos conservadores que defendían una enseñanza elitista. Este eminente profesor de derecho romano, planteaba la eliminación del latín para darle a la educación un sentido práctico que resolviera los problemas de la vida cotidiana. La oposición del Mitrismo a la reforma pedagógica fue implacable, y aunque con su oratoria, Magnasco los aplastó en el Congreso Nacional, fue rechazada de plano. El fracaso de esa transformación sigue creando una intelectualidad desarraigada, que conoce mejor la historia europea que la de nuestro terruño. Seguimos repitiendo las zonceras que la colonización ideológica ha puesto en nuestras cabezas con la ignorancia de las cosas que nos rodean de siempre.

Enemigo acérrimo de Bartolomé Mitre, al que zurró por su pésima traducción de la Divina Comedia de Dante Alighieri, y al que combatió por su política enemiga de las provincias, tuvo en el diario La Nación, a su peor oponente, que lo obligó a renunciar como ministro. También fue el primer objetor de las empresas ferroviarias extranjeras, con palabras que gozan de plena actualidad. Afirmaba el notable parlamentario: “¿Han cumplido las compañías privadas los nobles propósitos que presidieron estas concesiones de ferrocarril tan prodigiosas en estos últimos años? Mejor sería señor que no contestase tales preguntas, porque aquí están los representantes de todas las provincias argentinas, que experimentalmente han podido verificar, con los propios ojos, el cúmulo de pérdidas, de reclamos, de dificultades y de abuso producidos por esto que en nuestra candorosa experiencia creíamos factores seguros del bienestar general”.

Como último rasgo de esta breve semblanza, podemos decir, sin equivocarnos, que fue el más eminente orador de su tiempo, de gesto demostino, materia en la que quiero citar la opinión de dos de sus contemporáneos. Decía al respecto José María Ramos Mejía de su retórica:”Orador fecundo, músico de la palabra, prodigio de sonoridades espléndidas y de una originalidad poderosa, nadie como él ha manejado la elocuencia dramática del discurso”, y agregaba: “Magnasco es el más claro y comprensivo de los oradores argentinos no solo por la agilidad de su talento hermoso y abundante, sino también por la eficacia parlamentaria con que triunfa en la polémica”. Y otro de sus contemporáneos, Mariano de Vedia y Mitre, completa el esbozo: ”El incomparable profesor de derecho romano, el orador excelso (excelso en la entonación de su voz, en la arrogancia de su figura, en la justeza del ademán, en la riqueza de sus argumentos, en la profundidad de sus juicios, en el vuelo de su imaginación creadora), el gran ministro de instrucción pública, el reformador de la enseñanza, el atildado expositor, el gran jurista, no puede ser comprendido en su exacto valor si se lo saca de su época y su medio”.

Osvaldo Magnasco fue un federalista eminente, un representante del Litoral argentino que encarnó los mejores valores de la Generación del 80, y cuyo fracaso político es una de las causas de nuestro actual y profundo desasosiego.

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