El Acuerdo que habilita una base militar de Estados Unidos en Uruguay/Luis Vignolo

El ensayista y director de la Fundación Vivian Trías, Luis Vignolo denuncia esta iniciativa como parte de una contraofensiva norteamericana para contener el avance chino en la región

La bancada del Frente Amplio no lo votará.

Sin anestesia, el «apoyo a operaciones en bases (y la construcción correspondiente a ese apoyo)» figuran explícitamente, eludiendo eufemismos, en las Definiciones (artículo II, literal e.) del “Acuerdo para la Adquisición de Suministros y la Prestación Recíproca de Servicios (US-UY-02) entre el Ministerio de Defensa Nacional de la República Oriental del Uruguay y el Departamento de Defensa de Estados Unidos de América”.

El nombre interminable del convenio oculta deliberadamente lo único esencial. Se abren las puertas para la instalación de una base militar estadounidense en Uruguay, cumpliendo una vieja aspiración de la potencia norteamericana. 

El mismo fue aprobado en la Comisión de Asuntos Internacionales del Senado, en la sesión del 14 de junio pasado.

Aunque Daniel Caggiani fue el único senador presente en la sesión de la Comisión que se retiró de sala para no acompañar el Acuerdo, la bancada del Frente Amplio resolvió posteriormente por unanimidad no votar el proyecto cuando sea tratado en el plenario del Senado.

Desde que el 3 de agosto del año pasado, 2022, el presidente Lacalle Pou envió el texto al Parlamento, reiterando el presentado pero no aprobado en el 2012 y retomando uno del 2000, se ha vuelto a discutir, aunque con muy escasa difusión pública, el significado del Acuerdo Logístico con Estados Unidos. 

Desde el gobierno, contrariando cualquier lectura atenta del texto, se insiste en que no implica la habilitación de una Base militar de Estados Unidos en Uruguay. 

El ex senador Gustavo Penadés, el año pasado, antes de que se votara su desafuero, declaró (en entrevista de Lucía Barrios para “Sputnik”) que el Acuerdo permitiría cosas que ya se hacían de hecho y recordó que “en el pasado EE.UU. ayudó a la construcción de una importante policlínica en la zona de Santa Catalina”. Agregó como ejemplos la construcción de “un salón, local, hospital”. 

Por su parte el Ministro de Defensa, Javier García, días atrás en la sesión de la Comisión de Defensa dijo en cambio que “si hay que construir un hangar o un puerto” se podría “contar con la colaboración para construirlos”. No habló de policlínicas u hospitales como Penadés. Pero al dar ejemplos mencionó que en las “operaciones de mantenimiento de la paz… Estados Unidos podría asistirnos en la base uruguaya ante situaciones que puedan darse en el Congo o en Altos del Golán”. 

Ambas interpretaciones son contradictorias. Penadés habló de construcciones no militares en territorio uruguayo, mientras que García se refirió a construcciones militares fuera del territorio nacional. Ninguna de las dos es convincente, ni guarda relación con la lógica del Acuerdo. 

Además aunque los integrantes del gobierno hoy acepten una cualquiera de esas interpretaciones del texto, nada impide que una vez aprobado cambien de opinión. Ya han demostrado que tienen la “marcha atrás” bien aceitada.

Por otra parte cualquier futuro gobierno, además del actual, podría interpretar posteriormente el texto del Acuerdo como la habilitación legal para la construcción de una base militar de Estados Unidos en Uruguay.

El subsecretario de Relaciones Exteriores, el colorado Nicolás Albertoni, recordó que “se cumplen setenta años del primer acuerdo de cooperación en defensa entre Estados Unidos y Uruguay, que fue ratificado en 1953”. Dicho convenio militar, aún vigente, fue rechazado por Luis Alberto de Herrera y legisladores herreristas de aquella lejana época, a diferencia de los lacallistas-herreristas actuales (¿o echegoyenistas?).

El Acuerdo actualmente sometido a consideración del Parlamento fue precedido por otro equivalente que estuvo vigente entre el 2000 y el 2010. Se firmó durante el gobierno colorado de Jorge Batlle, por el Ministro de Defensa, Luis Brezzo. 

No hay rastros por ahora de que dicho Acuerdo haya pasado por el Parlamento. No ha aparecido su tratamiento parlamentario, ni su aprobación, ni siquiera el envío del mismo al Poder Legislativo. De confirmarse que el Acuerdo del 2000 no pasó por las Cámaras sería muy grave. Podría destaparse otra «caja de Pandora». 

La orientación de Batlle, panamericanista y pro-estadounidense, siguió fiel a las más firmes tradiciones de su familia y su Partido Colorado.

El Acuerdo militar con EE.UU. anticipó la postura a favor del TLC de Chile con Estados Unidos como ejemplo a seguir. Si bien Batlle no consiguió un TLC, sí firmó un Tratado de Protección de Inversiones con EE.UU. que, a pesar de su presunto carácter meramente económico, incluyó la cláusula militar de la Seguridad Esencial. El texto firmado por el gobierno de Batlle fue descartado, pero sustituido por otro equivalente y vigente. Aún no ha habido discusión pública sobre la nefasta cláusula 18 del Tratado de Protección de Inversiones, referida a la Seguridad Esencial, es decir a la llamada «Seguridad Nacional» de Estados Unidos. 

Hoy como a mediados del siglo XX o en el 2000 los acuerdos militares y los económicos con el poder hegemónico estadounidense intentan ir de la mano. Recientemente senadores norteamericanos, tanto demócratas como republicanos, presentaron en el Congreso un proyecto que ofrecería preferencias comerciales unilaterales de Estados Unidos a Uruguay, como las que reciben países del Caribe. 

La reunión de Lacalle Pou con Biden, el alineamiento automático del gobierno uruguayo con la política exterior de Washington, el esfuerzo infructuoso por desmantelar el Mercosur a través de acuerdos bilaterales, junto con la mencionada propuesta de los congresistas, así como el Acuerdo Logístico, son algunas de las múltiples señales de la contraofensiva norteamericana en América Latina y particularmente en Uruguay para contener el avance chino. 

En medio de la Guerra en Ucrania que enfrenta a la OTAN con Rusia, en la que se manifiestan simultáneamente los conflictos intercapitalistas e interimperialistas mundiales, tanto como un intento de cambio en el eje del poder hegemónico global, la sola posibilidad de la instalación de una Base militar de Estados Unidos en Uruguay debería producir la mayor alarma. Nos puede involucrar en un conflicto devastador. 

A 50 años del golpe de Estado de 1973, es conveniente volver a recordar la injerencia de la embajada de Estados Unidos en apoyo a la dictadura militar y las profundas heridas, aún abiertas, que dejaron aquellos tiempos. 

En homenaje a las víctimas deberíamos decir “Nunca más” a la intervención imperialista en Uruguay. 

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