A los 34 años de edad, en 1898, Osvaldo Magnasco fue designado Ministro de Justicia e Instrucción Pública. Era un destacado abogado, que había denunciado como parlamentario los desaguisados de las compañías ferroviarias extranjeras, y que se encontraba ante su mayor desafío personal, que era lograr que la Argentina en agraz, lograra absorber la masa inmigratoria y mixturarla con la población criolla preexistente. Para eso se necesitaba un cambio cultural en el paradigma productivo, creando un mercado consolidado que aumentara la productividad del trabajo social.
Con este fin el 5 de junio de 1899, elevó al Congreso nacional un proyecto de ley que contenía un Plan de Instrucción General y Universitaria. El fundamento era que la escuela primaria dotara a la población de una sólida formación para integrarse al mundo laboral, en tanto que la escuela secundaria tendiera a consolidar las inclinaciones particulares de los alumnos y descubrieran su vocación. Debía salirse de la mera educación repetitiva y escolástica hacia una enseñanza productiva, siguiendo el ejemplo de los Estados Unidos:”…debimos hacerlo hace mucho tiempo ha, como lo hicieron desde su primera infancia la mayor parte de los estados de la Unión Americana, comprendiendo que la grandeza futura de la nación se hallará principalmente en lo que ya es dogma público vulgar: el poder económico”. El investigador en temas educativos Juan Carlos Tedesco, lo dice con claridad: “eliminar el enciclopedismo y reorientar el sentido de los estudios de un sector importante de la juventud fueron presentados en ese mensaje como propósitos de gobierno”.
Y afirmaba el proyecto: “El trabajo industrial y agrícola parte de su virtud poderosamente educativa, debe hallarse pues, como elemento esencial en nuestro plan de enseñanza común, para servir al fomento y progreso de un país que, como el nuestro, tendrá siempre que sobresalir por la variedad y clase de su producción primaria o derivada. En este género de trabajos se hallará la mejor fuente de la riqueza particular y pública, así moral como material, porque infundirá hábitos de labor, acostumbrará a la sobriedad y el ahorro, vigorizará la raza, poblará y transformará provechosamente nuestro suelo, y perfeccionará y abaratará nuestra producción…”.
Es importante entender el contexto de la Reforma Educativa propuesta. Nuestro país estaba integrando una enorme cantidad de nuevos ciudadanos, que en muchos casos no encontraron un ámbito para incorporarse como fuerza de trabajo en nuestra sociedad y volvieron a sus países de origen con las esperanzas frustradas. La instrucción hasta ese momento estaba más centrada en los conocimientos teóricos, que en las cuestiones prácticas, ligadas a la economía. Magnasco, que era un eminente latinista, era consciente de ello y proponía concentrar las energías del momento en la articulación del trabajo manual con el trabajo intelectual. Nuestros jóvenes debían aprender latín, aritmética y gramática, pero ensamblados con conocimientos prácticos como el trabajo agrícola e industrial, que abrirían las posibilidades para todos.
Es interesante señalar que el Padre Francisco de Paula Castañeda, en nuestra querida provincia de Santa Fe, creó en el año 1823, en el entonces Rincón de Antón Martín, una escuela que además de humanidades, enseñaba oficios diversos. Le comentaba a Estanislao López en 1825: “Las artes mecánicas también se enseñan en mi escuela, para cuyo efecto tengo en ejercicio una carpintería, una herrería, una relojería y escuela de pintura”. Fue la primera escuela técnica de la Argentina.
Otro punto importante era la federalización de la educación, acercando al educando a su realidad circunvalante, esencial para formar jóvenes en los valores del Federalismo. El historiador Julio Irazusta analizó con claridad el contenido de la propuesta pedagógica:”…proyectó cambios tendientes a preparar argentinos capaces de manejar sus intereses concretos, y a este fin la devolución de los institutos educacionales a las provincias, según lo aconsejaba la tradición, como el medio indicado para retomar contacto, como Anteo, con la tierra madre que debíamos fecundar para que fuera nutritiva…”.
Como todo humanista, sabía el gran entrerriano que “mens sana in corpore sano”, y por eso su proyecto educativo le daba importancia a la educación física. El Profesor Ricardo José Molinari, investigó sobre este tema en profundidad, en un excelente estudio que tuvo la generosidad de hacerme conocer. Otros objetivos de la reforma fueron establecer un régimen de concursos para cátedras, la obligatoriedad de que geografía e historia sean enseñadas desde una perspectiva nacional, la implementación de talleres de trabajo y la instauración de un sistema de becas destinadas al perfeccionamiento de artistas plásticos y músicos, y también para aquellos que buscaran perfeccionarse en materia agrícola e industrial.
Lamentablemente, este proyecto quedó en agua de borrajas. El odio mitrista pudo más, con sus legisladores alquilones y periodistas venales. Osvaldo Magnasco fue acusado de corrupción por una nimiedad. El gran orador destruyó todos y cada uno de los infundios con que fue atacado. Pero el poder de los mercaderes era enorme y el eminente patriota tuvo que renunciar. Todavía seguimos lamentando, a más de cien años de su muerte, el fracaso político de este notable exponente de la generación del 80.