Este magnífico trabajo de Claudio Scaletta, que tenemos el gusto de reproducir hoy, fue publicado por Le Monde Diplomatique. Es verdad que el actual marco legal de la actividad minera atenta contra los beneficios de esa explotación. Las regalías que los Estados perciben son paupérrimas, por ejemplo; al no establecerse el valor estratégico interno de ciertos minerales, como el uranio, se hace posible una exportación que juzgamos lamentable, pensando en las exigencias de nuestras centrales; las urgencias y la visión fiscalista de los estados provinciales impulsa una carencia de controles no menos dañina. A decir verdad, esto último ocurre en todos los ámbitos: también las pesqueras carecen de control y, lo que es peor, es lo característico del grueso de las exportaciones, tal como lo señalan todos los estudios sobre el drama de la Hidrovía. No obstante, lo denunciado por Scaletta tiene un significado y un valor especial, ya que no es habitual desnudar las falacias que desde un lugar supuestamente altruista, con aires de “progresismo” y hasta “de izquierda”, sirven para proponer una parálisis que desconoce las necesidades del desarrollo nacional y, siendo protagonizado por grupos de clase media cómodamente insertos en “la sociedad de consumo” semicolonial, fingen ignorar cuáles son las actividades que hacen posible su propio status y mucho más las que debemos expandir todo lo que sea posible, para que amplísimos sectores sumidos en la pobreza puedan tener un lugar bajo el sol.